Último día del
mes. Estamos transitando el final de un ciclo que se hizo largo y tedioso, más
que nada por la forma en la que se dieron las cosas. Hay mucha gente que
necesita de oportunidades laborales para poder desarrollarse. El trabajo
escasea, o si se consigue, es a cambio de una remuneración irrisoria que no
alcanza para solventar los gastos mínimos de cualquier persona. En una ciudad
que no tiene industrias, cuesta imaginarse que haya laburo de calidad, en
blanco, y con un sueldo digno. Y esto me lleva a recordar todos los proyectos
faraónicos que anduvieron dando vueltas en Lobos en los últimos años: Parque
industrial. Un casino en la Laguna. Un hotel boutique en Salvador María. Nada
de eso se concretó, fueron eslóganes de campaña de los diferentes partidos que
compitieron en las elecciones. Las promesas más insólitas son las que he
escuchado de las fuerzas políticas que circunstancialmente han sido oposición,
total con declamar esto o aquello no tenían nada que perder. Yo creo que todos
los dirigentes deberían hacer un aporte a la racionalidad y explicar cómo
piensan concretar aquello que está contenido en su plataforma electoral. La
ciudad está estancada y no podemos perder más tiempo. A decir verdad, ese
estancamiento no es nuevo, viene de larga data, sólo que ahora se nota más
porque se acabó la plata y no hay recursos genuinos para destinar a un
mejoramiento de la calidad de vida. Lo que vemos hoy es consecuencia de años de
inoperancia y falta de gestión. Incluso, trasciende los límites de la actual
administración. Hace por lo menos 15 años que estamos siempre en el mismo
lugar. No es casualidad que los pibes más jóvenes se vayan a estudiar afuera y se preparen para laburar en
otra ciudad donde puedan obtener un futuro más próspero.
Yo soy lobense,
lo seré siempre, y lo que digo está sustentado en años de caminar la calle, en
haber transcurrido toda mi juventud luchando por ganarme un mango, en el hecho
de haber decidido emprender un proyecto propio porque era la única manera de
asegurarme que iba a trabajar en blanco y que tendría una jubilación el día de
mañana. Todos los meses pago mi monotributo, y lo hago porque también me
garantiza el acceso a una obra social. Pero, como les sucede a varios de mi
generación, a medida que envejezco voy dándome cuenta de que la peleé contra
molinos de viento. Pasé muchos años creándome enemigos cuando el único
adversario era yo mismo. No supe entender que la gente buscaba otra cosa, que
las tendencias estaban en otro lado. Me di rosca al pedo con gente que no valía
la pena, ya que eran unos pobres otarios o trepadores caídos del catre que
presumían de tener una verdad revelada y que pasaron sin pena ni gloria.
No podemos concebir una lucha contra un enemigo inexistente, es un contrasentido. Deberíamos estudiar al rival antes de competir, porque de lo contrario, ya vamos perdiendo por goleada antes de salir a la cancha. Siempre habrá motivos para quejarse, o para reclamar por lo que consideramos que nos merecemos. Y siempre estarán los que no perderán ocasión de tirarnos una zancadilla. Mereces lo que sueñas, decía Cerati. Y tenía razón. Ahora bien, hay que reflexionar si lo que hacemos a diario puede proyectarse en un logro concreto. Tener una estrategia a largo plazo es una opción, pero debemos ser conscientes de que puede pasar mucho tiempo antes de que veamos un cambio real y palpable. Pero hay algo que es rigurosamente cierto: Siempre es aconsejable no apresurarse cuando debemos adoptar decisiones cruciales.
Tener la capacidad de distinguir lo urgente de lo
secundario nos pone en otra perspectiva. Lo urgente es aquello que no puede
esperar, y como tal, necesita de una respuesta rápida y contundente. Para todo
lo demás podemos manejar nuestros tiempos con mayor holgura, ya que tenemos un
margen más amplio para decidir. Como decía en el párrafo anterior, yo comprendí
que no vale la pena polemizar para defender posicionamientos ajenos y
estériles. Hay que discutir o debatir ante aquello que se vislumbra como una
amenaza a nuestros intereses, ni antes ni después. Abrir una polémica ante algo
que no nos representa no es razonable, en principio porque constituye un
desgaste inútil que es preferible evitar. Exponerse al escrutinio público es
una actitud que se contradice con el bajo perfil. Y tener la capacidad de
cultivar un bajo perfil, sin estridencias, parecer ser lo más acertado para no
vernos contaminados por un entorno tóxico. Todo esto es lo que estoy pensando y
que intento implementar en el día a día. Se los recomiendo, realmente da resultado
y nos coloca ante una situación de mayor libertad y autonomía. Nos estamos
viendo pronto. Punto final.