22 de septiembre de 2010

Una cuestión de clases


En esta Argentina siglo XXI que no deja de sorprendernos, hay gente que vive sin electricidad, luz, gas, agua, teléfono, y obviamente sin Internet. Y no hay que alejarse demasiado de Buenos Aires para comprobarlo. La pregunta que uno suele hacerse, y que surge naturalmente cuando somos testigos directos de estos casos de extrema indigencia y precariedad, es: "¿Qué puedo hacer?" Probablemente, muy poco, excepto sentirnos culpables por tener todas las cosas de las cuales estas almas carecen. Y es así, porque casi sin darte cuenta empezás a pensar de qué me quejo, si este pobre tipo no tiene acceso a los servicios mínimos que le garanticen bienestar y calidad de vida. Y estoy acá, con cuatro paredes y un techo, haciendo filosofía barata en la Web, y hay gente que la pasa realmente mal, durmiendo en la calle, abrigándose con cartones o con mantas viejas y corroídas por la intemperie. Y cuando llega el verano, ven pasar a quienes se van de vacaciones a la Costa, o simplemente tienen la posibilidad de mojarse un poco las patas en una pileta pública, mientras ellos padecen el sol calcinante, los mosquitos, los días interminables, y esas horas que parecen ser eternas. Nunca fui una persona de grandes gestos solidarios, no me gusta hacer caridad, ni sentir lástima por nadie, pero sí tengo el criterio suficiente para darme cuenta de que alguien debería hacer algo para que estas personas tengan sus necesidades básicas satisfechas, lo cual me supera y me excede totalmente.

Y que no se entienda esto como una crítica excluyente a los K, porque en la Argentina ha habido miseria desde que yo tengo uso de razón, aunque quizá yo esté siendo recurrente con la cuestión de la pobreza que abordé en mi post anterior. Pero déjenme decirles que la clase media es bastante egoísta e hipócrita en su modo de actuar, porque la única vez que tuvieron huevos para movilizarse y se dieron cuenta de que había pobres en este país fue en el 2001, cuando se produjo el fin de la fiesta menemista y los codiciados dólares que el mediocre especulador había guardado en el banco quedaron atrapados en el nefasto "corralito" por todos conocido.

Desde luego, hubo ahorristas cuya única intención era precisamente ésa, la de ahorrar, pero hubo muchos otros que especularon hasta la debacle acumulando pesos/dólares y vieron esfumarse su efímera riqueza de un zarpazo, mientras las grandes masas de dinero se fugaban a los paraísos fiscales. Por eso, a pesar de pertenecer a lo que genéricamente se conoce como "clase media", no me siento del todo identificado con ella.

No hay comentarios.:

Dame aunque sea una mísera señal!

  Martes por la noche en la ciudad. La verdad es que no estaba del todo convencido acerca de escribir algo hoy. Pero si voy a esperar a deja...