22 de octubre de 2010

El viernes que se escapa demasiado rápido

Tenía ganas de actualizar el blog anoche, pero otras personas de mi familia estaban usando la computadora y cuando finalmente tuve la PC disponible, ya era muy tarde y las ideas que tenía previsto plasmar en un nuevo "post" habían perdido el sustento y el entusiasmo inicial. De modo que me dediqué a escuchar "El club de los martes", de Los Tipitos, uno de los mejores discos del rock argentino en lo que va del año, y a hacer zapping en la radio hasta que me venció el sueño.

Como es de público conocimiento, esta semana la violencia sindical se cobró una víctima en el barrio de Barracas: un militante del Partido Obrero fue baleado en un hecho que suma una nueva página a la lista del manual de la irracionalidad argentina. No hay ningún detenido, nadie fue citado a declarar, no hay ningún preso. Un hecho gravísimo, que luego continuó provocaciones y desconcierto general en Callao y Corrientes, una de las esquinas más transitadas de Buenos Aires, transcurrió entre la indignación de algunos y el estupor de otros. Porque esa bala asesina podría haber impactado en cualquier transeúnte, totalmente ajeno a la manifestación. Evidentemente, la vida de algunos vale más que la de otros. Por Matías Berardi, el chico que vivía en una familia de clase alta, un rugbier que fue secuestrado y asesinado, corrieron ríos de tinta en los diarios, se organizaron manifestaciones, reclamos por mayor seguridad, y la sociedad toda se conmocionó. Por este pobre militante, cuyas ideas políticas no comparto pero tiene derecho a expresarse libremente, seguramente se hará un reclamo masivo de Justicia o dos, pero la gente a la larga de olvida, porque no tiene la llegada ni las influencias de la familia del otro muchacho asesinado para concitar la atención de los medios.

Quiero hacer una aclaración: para las familias de ambos, el dolor es el mismo. Tanto los padres de Matías, como los del joven militante cuyo nombre no recuerdo, deben estar sufriendo uno de los momentos más difíciles de su vida. Y ojalá que ambos hechos se esclarezcan, con celeridad, pero que el Gobierno no haga la vista gorda ante los barrabravas sindicales porque sabe que necesita de sus votos. Salvo algunas declaraciones muy tenues, ningún funcionario condenó explícitamente esta verdadera batalla campal que cada vez con más frecuencia suele enfrentar a sindicatos de distintos bandos, como así también a militantes del PJ más radicalizado.

La historia argentina parece seguir un camino inverso a lo que marca el sentido común. Como dijo Charly García: "Mientras miro las nuevas olas, yo ya soy parte del mar". Los hechos demuestran que tan equivocado no estaba.

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