26 de febrero de 2011

Ciencia y cultura


Si se le pregunta a cualquier persona quién es el Ministro de Ciencia y Tecnología, lo más probable es que se encoja de hombros. Y cabe la posibilidad de que no sepa de la existencia de tal Ministerio. Cada gobierno que asume tiene por costumbre fusionar Ministerios, crear otros, cambiarles el nombre, y todo ello se traduce en infinitas secretarías y oficinas. Claro está, de esta manera se logra buscarles un lugar a militantes y amigos, y de esta manera la cantidad de empleados públicos que el contribuyente tiene que financiar con sus impuestos crece sin pausa. Ante todo, quiero aclarar que la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología es necesaria, pero que no basta con darle a una persona el cargo de ministro y designarle un espacio físico. Hace falta inversión, presupuesto, y compromiso. Fue creado en diciembre de 2007 y tiene un perfil tan bajo que nadie se entera de lo que sucede allí adentro. Lino Barañao, el ministro en cuestión, seguramente reúne méritos suficientes para hacer una gestión exitosa.

El tema es que, en un país donde los aborígenes mueren de desnutrición en los montes del Chaco y Formosa mientras el gobierno se tapa los ojos, es casi surrealista hablar de tecnología.
Es probable que el Jefe de Gabinete nunca en su vida haya mencionado públicamente alguna acción del Ministerio de C y T, lo cual nos da la pauta que la agenda de Aníbal F. está ocupada por asuntos que él considera más prioritarios, como atacar a los opositores vía Twitter, negar enfáticamente la inflación y pulverizar cualquier intento del Gobernador Scioli por independizarse y dejar de ser un sumiso kirchnerista. Curiosamente, nadie nunca se preocupó por elevar la Secretaría de Cultura al rango de Ministerio, como sucede en Brasil, por citar un ejemplo cercano. Además, como todos sabemos, los funcionarios tienen una concepción muy particular de lo que es la cultura. Todo debe ser grandilocuente, impactante, y de gran repercusión mediática, como los festejos por el Bicentenario. Si hicieran una exposición de jóvenes artistas en un lugar donde todos los visitantes se sientan cómodos (no en el Centro Cultural Recoleta, por favor), sería algo modesto, que no demandaría demasiado presupuesto (menos que Fútbol para Todos seguro), y además permitiría que la gente conozca a muchos artistas plásticos, escultores, y artesanos que necesitan la colaboración del Estado para trascender. Pero entendamos de una vez que "modesto" no es sinónimo de "berreta"!!! Pónganse las pilas, armen algo con estilo, y en un lugar amplio de fácil acceso, no sean tan caraduras de gastar dos mangos para justificar su nula preocupación. Claro está que nuestros políticos están ocupados en otras cosas, como en negociar con los sindicatos pactos de impunidad. "Si quieren cultura, lo convocamos a Julio Bocca a que baile en la Av. 9 de Julio, frente al Obelisco, o traemos a Baremboim, o a Zubin Metha", razonan.

Y así funciona todo, organizando espectáculos multitudinarios con artistas consagrados, cuando en realidad lo que deberían hacer en brindar promoción y sustento a los que recién están empezando. Y no me jodan con el Fondo Nacional de las Artes, que es cualquier cosa, porque sé bien cómo se manejan. En fin, otro día más en Argentina siglo XXI.

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