"Inclusión" es la palabra de moda. La escuchamos en cada ocasión en que el oficialismo toma el control de los medios por la Cadena Nacional. En realidad, nunca creí demasiado en que se estuviera incluyendo a nadie para algo provechoso. Por ejemplo, muchos argentinos están excluidos de la tecnología, de los servicios básicos, de un empleo digno. Podrán tener acceso a la educación, pero tal como está planteada por estos días, no es de calidad.
Los textos escolares son carísimos, siempre lo han sido, pero antes con el viejo manual Kapelusz nos alcanzaba, ahora se necesitan varios libros que cambian todos los años. Por lo tanto no se puede hacer un canje o trueque como sucedía en los años '80.
Las sucesivas reformas educativas no han hecho más que poner parches, intentar remediar aquello que dio muestras de haber fracasado, pero no mucho más que eso. El lema es incluir a todos. Si tenés en el aula a un chico violento y con problemas de disciplina, no importa. Tiene que estar en la escuela igual, aunque el docente pueda ser agredido en forma física o verbal por el alumno. Parece ser que una regla no escrita dice que los chicos tienen que pasar de grado sí o sí. ¿Por qué? Bueno, es obvio que sirve para las estadísticas oficiales tener un bajo nivel de alumnos repitentes y como así tambíen de deserción escolar. Hay docentes capacitados, que dar lo mejor que pueden para que los chicos aprendan. Pero abundan también las estudiantes de Magisterio que reciben una pésima formación, y ello hace que cuando se reciban no puedan ser buenas docentes.
Cuando se habla de maestros, se habla mucho de vocación. En realidad, creo que todos los trabajadores requieren vocación para cumplir eficazmente con su labor. Pero podríamos decir que no es lo mismo un obrero de una fábrica (que no tiene que enseñar nada), que un docente. Jerarquizar el rol del maestro es fundamental para construir una sociedad más justa. Pero la escuela no es un lugar para contener a los chicos violentos o que fuman paco, porque no es el ámbito adecuado para ello. Se parte de la convicción de que los alumnos concurren a clases en pleno uso de sus facultades, al menos aquellos de las escuelas convencionales, no hablo de las especiales. Entonces, que no me vengan a joder con el verso de la inclusión, por favor. Cada tanto surge una nueva tendencia pedagógica y todos "se suben al tren" sin comprobar fehacientemente los resultados. Es tiempo que empezar a pensar de qué manera logramos que los chicos se interesen por aprender. No me refiero a retener conceptos o fechas, sino a que las clases sean inspiradoras, motivadoras. Por suerte, aún quedan educadores que todos los días hacen un esfuerzo para que eso suceda. Punto final.
Disco recomendado del día:
Bryan Adams, "The best of me" (Compilación, 1999, Universal)
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3 de marzo de 2013
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