15 de julio de 2019

En el camino de la superación: mi mundo privado

Lunes, comienzo de semana, y me reencuentro con el teclado luego de haber permanecido unos días alejado de las letras. En parte porque se dio así, o quizás de algún modo inconsciente lo busqué, lo que puedo afirmar es que sentía un hartazgo general, propio de la campaña política que no da respiro. Creo que todos cargamos con alguna mochila, el tema es cuando esa carga se vuelve demasiado pesada y no logramos hacer catarsis de alguna manera. Estoy en una etapa de mi vida en la cual debería haber conseguido determinadas metas u objetivos que aún no logro concretar, y eso es algo que me fastidia. Pero no puedo culpar a nadie por ello. 

Lo que puedo decir, es que lucho para ser cada vez mejor en mi trabajo, porque el camino se hace al andar. Me alejo de aquello que me molesta y me reencuentro con los afectos y los amigos de siempre, gente buena y que hay que cuidarla porque es valiosa y tiene mucho para dar. 


Me levanto temprano, desayuno, enciendo la tele y lo que me ofrece la pantalla es lamentable. Programas chotos, programas berreta, una pareja de boludos haciendo comentarios sobre lo que pasó en el programa de Tinelli de ayer, un cocinero que cree que todos podemos gastar una fortuna en aceite de oliva, cortes de carne caros, especias, condimentos, etc. Refritos de series viejas, como El Zorro y El Chavo,  bloopers. Nada que tenga que ver con la realidad, excepto por la intervención de algún periodista que comente brevemente las novedades de los casos policiales que adquirieron notoriedad, como la Masacre de Monte. Con lo que cuesta poner al aire un programa y hacerlo rentable, uno no puede menos que pensar en el espacio desaprovechado. Cuántas personas están esperando su oportunidad de darse a conocer, cuántos la vienen remando desde hace años ser tenidos en cuenta por un canal de televisión. Y quizás sea una espera eterna, porque hoy todo se ha vuelto extremadamente frívolo y estúpido. No abundan los programas bien producidos, en los cuales se note una mínima inversión. No se puede ser tan soberbio como para subestimar a quienes consumen estos productos, porque la TV por cable no llega a todos los sectores y los canales de aire siguen cosechando una franja importante de la audiencia. Pero lo que sí puedo decir es que hay un temor a arriesgar, a brindar una propuesta nueva. Todo los que vemos en la tele está sustentado en base a formatos que incentivan la "buena onda", como si la vida fuera una permanente sonrisa. Falta, ante todo, la posibilidad del debate serio. Dos tipos que discutan en cámara por algo importante, no por el jurado de "Bailando por un sueño". Por ejemplo, anoche en el canal de noticias de América hubo un debate bastante interesante entre un economista liberal cuyo nombre no recuerdo y el referente de izquierda Jorge Altamira. Se habló de capitalismo, de crisis económica, de estatización de empresas, en fin, de cosas que nos pueden cambiar la vida de verdad. Y está bueno que dos personas con ideas casi irreconciliables se sienten en una misma mesa para exponer lo que piensan y dejar que el televidente se forme una opinión.

Hay pocos programas periodísticos en la TV abierta, y parece que estamos demasiado pendientes acerca de "en que lado está" cada uno. Nos fijamos mucho si Fulano es oficialista, si es opositor, y no nos damos un tiempo para escuchar qué tiene para decir el periodista en cuestión. Cada uno puede hacer la lectura que desee de un determinado mensaje, pero no nos quedemos en la mezquindad, y no renunciemos a nuestros derecho a pensar la realidad. Cuando dejamos que los demás piensen por nosotros, también estamos permitiendo que decidan por nosotros. Por ejemplo, el cofundador de Apple, Steve Jobs, fue noticia con motivo de su fallecimiento. Nadie se preocupó por explicar cómo llegó a manejar una de las empresas más exitosas del mundo, y tardíamente se difundieron imágenes de su célebre discurso en la Universidad de Stanford. Fue un emprendedor, un tipo exigente consigo mismo y con los demás, quizás demasiado tirano con sus empleados. Pero parece que en Argentina no "vende" ese tipo de modelos, nos inclinamos hacia la vulgaridad y el facilismo. Vivimos sometidos por los dictados de un grupo de "iluminados" que deciden qué se muestra y qué no. Me pregunto si Steve Jobs hubiera triunfado de haber nacido en Argentina, donde todo el mundo busca pisarte la cabeza cuando ven que tenés talento y capacidad para algo. Me pregunto también cuántos minutos de su programación le dedicaron los programas "mañaneros" a recordar a Steve Jobs, o a tantas personas que nos sirven de inspiración. Y digo esto porque no hace falta ir muy lejos para encontrar historias de vida que son motivadoras, y que promueven valores como la perseverancia y el sacrificio. No es mi intención demonizar todo aquello que se emite por TV, porque no soy un retrógada o un reaccionario, pero es evidente que vivimos en una burbuja, y que conseguir información de calidad y con auténtico rigor periodístico es una tarea cada vez más difícil. Punto final. 

Las preguntas obvias también merecen ser respondidas

Con el paso del tiempo, vamos cambiando. Eso no es novedad, lo novedoso es cómo interpretamos ese proceso. El destino nos lleva a enfrentarn...