10 de enero de 2020

Fito

¿Cuándo fue la última vez que la música de Fito Páez nos comenzó a resultar insoportable? Diría que hace más de 20 años. Hoy pasé por un kiosco céntrico a comprar cigarrillos, y sonaba el gran tema del rosarino, "11 y 6" (de 1985), de hecho el propio empleado del local no pudo evitar la tentación de tararearlo. Me hubiera sumado al convite, pero escuché esa canción tantas veces que ya me produce hartazgo. Lo cierto es que el último gran disco de Páez fue "El amor después del amor" (1992). Pasaron 28 años y todo el material que publicó después es absolutamente mediocre, además de que fue ignorado por las radios y los canales de recitales y videoclips que se nutren de lo más vendido en términos discográficos. Hasta Charly García, con la salud quebrantada como es de público conocimiento, pudo lograr grabar un disco digno, como lo fue "Random" (2017). Siendo Páez durante algunos años parte de la banda de Charly en los '80, está claro que no siempre "el alumno supera al maestro". Fito no levanta cabeza, es un disco peor que el otro, ni siquiera como compositor volvió a destacarse. Vive de los años de gloria en los que llenaba estadios, era tapa de las revistas de la farándula, la prensa lo adoraba  y se metió en la nariz toca la "merca" posible, pese a lo cual no ha perdido la lucidez. Es otro burgués más que les canta a los progresistas pero tiene una mansión en Punta del Este y quién sabe en cuántos lugares más. Cuando conoció la fama comenzó a rodearse de bellas señoritas, la mayoría en plan "touch & go" y unas pocas para una relación estable, aunque no me interesa demasiado indagar en ello porque es su vida personal y no su obra artística. 

Calamaro es otro cretino que se las da de intelectual y que estuvo más intoxicado que todos aquellos que mencioné anteriormente. De esta manera el sitial sagrado del rock argentino comienza a resquebrajarse. Porque los grandes de nuestra música, históricamente fueron: Charly, Spinetta, Calamaro, Fito, y Cerati. El problema es que Spinetta y Cerati están muertos, y no se avecina un recambio generacional que no pase por estos engendros como el trap y el reggaeton. No quedan solistas talentosos en el rock nacional, hay jóvenes promesas, pero les falta mucho para llegar a ganarse un lugar en el podio. Quizás haya que esperar otros 20 años para que surja un nuevo fenómeno de masas en el rock vernáculo, no lo sé. No es casualidad que los argentinos sigamos admirando tanto, y con sobrados méritos, a Serú Girán, porque fue el punto más alto de talento y virtuosismo que parió el paladar rockero argento en los '70. Punto final. 

Las preguntas obvias también merecen ser respondidas

Con el paso del tiempo, vamos cambiando. Eso no es novedad, lo novedoso es cómo interpretamos ese proceso. El destino nos lleva a enfrentarn...