19 de noviembre de 2022

Cómo la era digital nos cambió por completo

Sábado por la mañana en Lobos. Hablemos un poco del periodismo 2.0, si querés llamarlo así. Es en esa fase donde ya entran en juego los celulares, las transmisiones en directo, las fotos que se comparten al instante, y todo lo que no vivió el periodista gráfico convencional previo a la existencia de una computadora más o menos sofisticada. Hace 15 años, más o menos, no existían las selfies. La gente no se sacaba fotos a sí misma salvo casos muy puntuales. Hoy, lo hace todo el mundo, y no sé si está bien o mal, pero algo subyace detrás de todo eso. Y sería un hipócrita si me pongo a criticar eso, porque yo también me he sacado una selfie más de una vez.

Si vos buscás ser creativo y marcar la diferencia en lo que hacés, uno de los factores clave es despojarte de todo tipo de prejuicios. Eso no significa, por supuesto, hacerte el trangresor con sensacionalismo barato por el sólo hecho de adquirir notoriedad o llamar la atención. Notoriedad que, muchas veces, te juega en contra, porque la audiencia no es estúpida y se da cuenta de que lo único que pretendés es hacer un enfoque polémico en base a una cuestión que en el común de los casos no la amerita en absoluto. Pero no voy a caer en hacer "periodismo de periodistas", ni en mirarme el ombligo, porque a nadie le interesaría y francamente, a mí tampoco. 

Página/12 fue un diario innovador en su momento, con mucho laburo de investigación y unos titulares geniales que no se le hubieran ocurrido ni al mejor estudiante de publicidad. Pero eso fue hace 35 años, por lo tanto a ese diario (como a tantos otros), los lectores asiduos ya le conocen las mañas. Lo que sí resulta más viable es trabajar sobre algo que estuvo a la vanguardia en su momento y redoblar la apuesta, ya sea para cuestionarlo abiertamiente o bien para profundizar esa veta. Como quiso hacer Lanata con "Crítica de la Argentina", un diario que se nutría del germen de aquel Crítica original de Natalio Botana. El periodismo brinda recursos para que no todas las notas o entrevistas parezcan calcadas, digamos. Hay que ver de cuánto tiempo dispone el lector. Si es que quiere ir directamente a los bifes e informarse con los datos básicos, o prefiere un artículo más elaborado con un análisis prolijo. Atención a esto, porque lo que se vuelve largo y no logra cautivar a quien te lee, termina siendo tedioso, y lo más frecuente es que como periodista ni siquiera consigas que lean el texto completo. 

Clarín o La Nación escriben para la masa. Es decir, para un público (masivo) que sabe perfectamente con qué se va a encontrar en ambos portales digitales o en la edición papel. Un proyecto independiente bien pensado lleva tiempo, pero si le ponés pilas, podés ganarte el respeto que los lectores que se sienten desencantados con los grandes medios. Hay que decir algo al respecto: Que haya grandes medios, no quiere decir que carezcan de credibilidad. Sí está claro que marcan tendencia para un lado o para el otro, y eso no ocurre solamente en Argentina sino en cualquier país que tenga prensa libre. No es lo mismo leer "Perú 21" (un diario de línea editorial similar a Página 12"), que "El Comercio" (otro medio peruano muy formal y conservador dirigido a la clase media/alta, parecido a su vez a LN). Ningún periodista profesional que haya dedicado tiempo a su capacitación, ejerce su laburo "por amor al arte". 

Y cuando los K. te hablan de las grandes corporaciones mediáticas, no es un dato menor recordar que quienes trabajan allí conocen la línea editorial de esos medios, aunque puedan no estar de acuerdo a título personal. Por otra parte, tampoco esas revistas o portales que se venden a sí mismos como "alternativos" van a ir a pérdida económicamente, sólo apuntan a un target o a un nicho de la población que se sienta identificada con el material que se publica ahí. Vos podés laburar para... no sé, una prepaga, digamos (no voy a nombrar a ninguna), y estar en desacuerdo con la política empresaria. Por ejemplo, que te dé bronca que a la gente que paga su cuota todos los meses los atiendan pésimo. Pero o estás dentro del mismo barco, o te vas, si es que no te rajan antes. No hay muchas opciones. 

¿Se puede ser buen periodista sin haber estudiado para ello? Claro que sí. No es excluyente. La "contra", quizás, es que muchas cosas las vas a tener que ir aprendiendo sobre la marcha. A menos que te dediques a un rubro parecido, como publicista. Pero aun así, no es lo mismo instalar a un candidato o a un producto de consumo en la opinión pública, que vender información. Por lo menos, así lo veo yo, solía decir el recordado ex árbitro Guillermo Nimo (qué antigüedad hablar de Nimo, por Dios). Tener calle, como muchos se jactan, no es una virtud en per se, es lo que dicen los que nunca leyeron ni un mísero libro.

Si todos sabemos que hasta las religiones son un gran negocio, qué pensar entonces de los medios de prensa, que se definan como independientes. Si no tenés sustento publicitario o una modalidad de suscripción para los contenidos online, ya vas muerto antes de haber comenzado con el proyecto. Otra cosa es saber "venderse", en términos comerciales. Establecer un tarifario y conseguir adhesiones de empresas o peces gordos que te garanticen un margen de ganancias. Si te cuesta ponerle un precio a tu laburo, se va a hacer más cuesta arriba, ni lo dudes. Y en la coyuntura actual de altísima inflación, "explicarle" al cliente por qué le aumentás la pauta -aunque él ya lo sabe-, es una tarea tediosa. Los periodistas no somos jueces ni fiscales, ni pertenecemos a las fuerzas de seguridad. Muchos reciben amenazas y aprietes de toda índole, por no hablar del espionaje ilegal. Yo creo que nunca llegaré a ser famoso o influyente si es que cabe, pero como nunca tuve ninguna de ambas aspiraciones, me siento satisfecho si considero que dí lo mejor que podía, en cada nota, en cada cobertura. Y cada uno, en el laburo que emprenda, seguramente compartirá esa percepción. Nos estamos viendo pronto. Punto final.

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