3 de junio de 2023

Al alcance de la mano

 Sábado por la noche en la ciudad. Seguramente, más de una vez te habrá pasado que buscás un objeto (como un juego de llaves o un encendedor), recorrés cada rincón de la casa, hasta que insólitamente descubrís que está en una de tus manos o en el bolsillo y no podés evitar sentirte un boludo. Bueno, me parece que es una metáfora adecuada de la vida: Iniciamos una búsqueda porque nos sentimos totalmente desorientados, y al final resulta que aquello que nos hacer plenos está al alcance de la mano. No siempre se da de esa manera. Hay ocasiones en que es necesario ir desandando la búsqueda porque lo que vemos a nuestro alrededor no nos satisface, ni es la vida que queremos. Sea como fuere, yo creo que lo simple y mundano tiene una cercanía mayor en relación a un sendero espiritual. Si para tu vida te hace feliz la sencillez, no te hará falta transitar por otra vertiente. Lo que amerita un cambio es la experiencia de chocar todo el tiempo ante lo trillado, lo obvio, lo tedioso, lo vulgar, lo redundante, lo que carece de originalidad. Yo no quiero vivir rodeado de mediocridad ni tampoco convertirme en un sujeto mediocre. Mi aspiración es ir mejorando en lo que hago sin detenerme a pensar si será valorado o no. Por supuesto, todos queremos ser valorados y que se nos reconozca el esfuerzo invertido, pero ese sería el fin último, una recompensa para el ego. 

Ese tipo de reconocimiento tarda en llegar, o incluso puede que nunca llegue. Por lo tanto, si te quedás esperando a cosechar una ovación, hay dos problemas. El primero es que estás siendo demasiado vanidoso, y el segundo es que el gusto popular privilegia cuestiones que vos no estás sabiendo interpretar. A decir verdad, yo me sentiría incómodo recibiendo premios y elogios constantemente, aun en el supuesto de que tenga un alto nivel de autoestima. Con haber hecho mi trabajo lo mejor que pude, para mí es suficiente, porque sé que dí todo lo que podía, y luego serán los lectores o la audiencia quienes decidirán.

Si tengo que remar contra la corriente, si tengo que caminar con el viento en contra, todo ello tiene sentido en la medida de que me conduzca hacia donde pretendo llegar, no por un acto estúpido de rebeldía. No espero que los demás me comprendan ni que sean condescendientes. Por supuesto que hay decisiones que puedo consultar con mi familia o con mis amigos más cercanos, pedirles un consejo, sobre todo si sé que han pasado por situaciones parecidas. Pero no podés pretender ganarte el favor del público sistemáticamente, como estos artistas de cuarta que llenan estadios o salones en Las Vegas porque cantan lo que a la gente le gusta escuchar, los “hits”, y encima son canciones que tienen más de 30 años. Subsisten porque su target también los sigue, de lo contrario estarían condenados al olvido, porque las nuevas generaciones nunca han escuchado nada de ellos. No son artistas, son la parodia del artista, como los Rolling Stones, que más que un grupo de rock, hace rato que se han convertido en una empresa comercial y que tiene como “accionistas” a viejos de 80 años.

Se pueden difundir noticias alentadoras sin ser oficialista u obsecuente, dentro de un contexto de seriedad. Se puede lograr un producto informativo de calidad sin pretender dar la imagen de que el Conurbano es tierra de nadie y el origen de la delincuencia, la mafias y los narcos, menospreciando de un modo humillante a millones de personas que viven allí y laburan todos los días. No hay que agitar al pedo diciendo que impera la ley de la selva, y las inundaciones, y los pungas, los motochorros, los pibes que se drogan el Plaza Once, los taxistas que te cobran tarifas altísimas e ilegales, y la lista sigue... como periodista, me da asco esa mirada de plantear la realidad. Necesitamos motivos para creer que se puede seguir luchando, que el esfuerzo vale la pena, que la persona que trabaja no es un bobo. Si no hay objetivos claros y definidos se vuelve imposible impulsar el desarrollo de una sociedad. Porque nuestro gran problema ha sido siempre que no nos ponemos de acuerdo en cómo lograr lo que queremos. No tenemos un protector o un plan: Somos tan volátiles e inestables emocionalmente que pasamos de la euforia a la indignación, y terminamos dejando todo por la mitad. Así nos va.

No sé, quizás como tengo unos minutos libres que me permiten reflexionar y escribir algo por aquí, me da por redactar textos que salgan un poco del molde, en los cuales lo primero que me se me ocurre decir sin temor a equivocarme, es que ya estoy harto de que nos traten como cerdos que se revuelcan en un chiquero y que alimentan con basura, como torpes marionetas en esta compulsa que existe entre los medios y el Gobierno. Para mí es un placer continuar esbozando distintos enfoques en este blog, de lo contrario no lo actualizaría más. 

Hay algo evidente y que subyace con claridad: Nos estamos enfermando de vivir así y seguimos sin poder ponerle freno a esta locura colectiva. Si de algo estoy convencido, es que permanecer indefinidamente con las emociones al límite es una suerte de estímulo/respuesta: Nos conduce al choque, a la violencia, y quizás a un inexorable desgaste de las leyes que rigen nuestra sociedad, porque nadie se empeñará en cumplirlas. Punto final.

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