12 de noviembre de 2025

Hasta que vos no cambies, nada va a cambiar

 

Mitad de semana. En este posteo, retomo algunas ideas que había comenzado a plantear en la nota anterior, porque me parece que se pueden hacer varias lecturas o interpretaciones. La verdad es que estoy en una edad en la cual ya no quiero perder más el tiempo. Si miro hacia atrás, siento que perdí 10 o 15 años de mi juventud por no tener objetivos claros o por hacer planes cortoplacistas. No es casualidad que otras personas de mi misma edad hoy estén mejor posicionadas, y seguramente todo lo que tienen lo han logrado con esfuerzo y constancia. Cabe hacer la salvedad de que en el común de los casos no son brillantes ni tienen un talento descollante, pero pudieron progresar con algo tan simple como ponerles pilas a sus proyectos. Si hay un factor clave para emprender todo lo que viene después, es cuidar la salud. Por mucha guita que tengas, no vas a llegar muy lejos si no estás en condiciones de desarrollarte con plenitud. Por eso hay que reiterar la importancia de la salud mental en la vida cotidiana, que merece ser equiparada al mismo nivel de relevancia que la salud física.


Una vez una persona que me conoce bien me dijo: “Mientras vos no cambies, nada va a cambiar”. Tenía razón, aunque la frase no fue muy precisa respecto a los cambios que debería adoptar para alcanzar un mayor bienestar. Pero así como los demás te conocen, se supone que uno mismo también se conoce lo suficiente como para saber qué clavijas tiene que ajustar. Yo puedo decir que muchos hábitos que empecé a incorporar últimamente me están dando resultado. Pero es necesario esperar y no bajar los brazos. Como soy bastante impaciente, la ansiedad me juega en contra, y hay que entender que vivimos en una sociedad donde cualquier proceso demanda un tiempo considerable. Quedarse en la cama pensando boludeces no te aporta nada, es una cuestión de sentido común, porque tu mente sigue activa y esos vericuetos te llevan a lugares que no son lo que vos querés, los que te hacen bien. Por supuesto, una persona que está atravesando por un cuadro depresivo no puede salir adelante fácilmente si no cuenta con la ayuda de un entorno que la sostenga en ese trance. También podemos mencionar a quienes sufren fobias o ataques de pánico, son víctimas de un miedo irracional tan discapacitante que te bloquea de tal manera que ni siquiera podés salir a la calle. Estaría bueno que empecemos a hablar más de estas situaciones porque son más frecuentes de lo que parece. En una nota anterior, yo decía que esos trastornos o enfermedades posiblemente existan desde hace siglos, antes de que lo hiciera la psiquiatría y la psicología. Alguien que nació en la Edad Media, por dar un ejemplo burdo, no tenía acceso a ninguna contención o tratamiento, su destino era permanecer encerrado en un manicomio hasta que se moría. No había ninguna chance de que se recuperara y que pudiera hacer una vida normal. En ese sentido, hoy contamos con bibliografía, con estudios, ensayos clínicos, mucha información disponible que permite poner en el debate la salud mental y romper con los estigmas y prejuicios.


En los grandes medios, estos hechos son noticia cuando alguien de la farándula admite haber padecido estos problemas. Por eso es un gran avance que haya gente como Gastón Pauls que hable abiertamente de sus adicciones, de lo difícil que es salir, que tenga la voluntad de dejar un mensaje para ayudar a otros. Lo que tu entorno percibe no siempre es un reflejo de lo que sos. Mucha gente que nos rodea consume drogas y si no fuera porque algunos de ellos lo han reconocido públicamente, uno nunca se lo imaginaría. Tendemos a pensar que las adicciones están ligadas a drogas ilegales como la cocaína, pero permítanme afirmar que las drogas consideradas sociales, como el tabaco o el alcohol, también hacen estragos. Por otra parte, hay médicos que recetan a sus pacientes una cantidad desmesurada de pastillas, supuestamente para que éstos se sientan mejor, pero el resultado termina siendo perjudicial porque los efectos adversos son superiores a los potenciales beneficios que surgen de administrar esa medicación. Yo he visto algunas veces a personas dopadas por pastillas y sinceramente es una sensación muy desagradable. Es como verlo hoy por hoy a Charly García, que ni siquiera puede expresarse con fluidez. Ahí tenés el caso de una figura pública a la cual supe admirar muchísimo, pero que desde hace 20 años está totalmente quemada, hecha un despojo. En fin, no es mi intención ponerme a hablar de Charly en este momento. Sólo lo tomé como un caso en el cual resulta evidente que los años de excesos le pasaron factura, pero que además el tratamiento de rehabilitación lo dejó en un estado lamentable. Si empezamos a aceptar que cualquiera puede pasar por trances que ponen en jaque el bienestar mental, estaríamos dando un gran paso hacia una sociedad que tenga una mirada más empática y no tan careta. Es decir, propiciando que los vínculos que cada uno va estableciendo no se vean resentidos por el padecimiento de una enfermedad que tiene a la contención como uno de sus pilares para emprender una recuperación. Los libros de autoayuda son un gran negocio, más allá de que algunos puedan tener un enfoque interesante. En muchos casos, ni siquiera están escritos por profesionales idóneos, y su presencia en las listas de best sellers sólo contribuye a banalizar estas problemáticas que afectan a buena parte de la población. No niego que hemos avanzado, pero debemos entender que indagar en las causas de una enfermedad es más complejo de lo que se cree.


Para no hacerlo más largo, podemos afirmar que encarar un cambio en el plano personal implica cuestionarse actitudes y conductas que seguramente dábamos por sentado. A lo largo de mi vida, mi prioridad ha sido siempre ser auténtico, mostrarme tal cual soy. Habrá gente que no esté de acuerdo, pero en mi caso eso no es negociable. No me parece lógico adoptar una impostura para fingir ser otro, y tampoco debe ser saludable sostener ese engaño por tiempo indeterminado. Pero se supone que cada uno sabe cómo actuar. Sea como fuere, hay algo que es rigurosamente cierto: Si nos quedamos sentados esperando un cambio hacia afuera, estamos perdiendo el tiempo. Se trata de un proceso interior, y cuanto antes pongamos manos a la obra, más resilientes seremos en el futuro. Nos estamos viendo pronto. Punto final.

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