Mitad de semana.
En este posteo, retomo algunas ideas que había comenzado a plantear en la nota
anterior, porque me parece que se pueden hacer varias lecturas o
interpretaciones. La verdad es que estoy en una edad en la cual ya no quiero
perder más el tiempo. Si miro hacia atrás, siento que perdí 10 o 15 años de mi
juventud por no tener objetivos claros o por hacer planes cortoplacistas. No es
casualidad que otras personas de mi misma edad hoy estén mejor posicionadas, y
seguramente todo lo que tienen lo han logrado con esfuerzo y constancia. Cabe
hacer la salvedad de que en el común de los casos no son brillantes ni tienen
un talento descollante, pero pudieron progresar con algo tan simple como
ponerles pilas a sus proyectos. Si hay un factor clave para emprender todo lo
que viene después, es cuidar la salud. Por mucha guita que tengas, no vas a
llegar muy lejos si no estás en condiciones de desarrollarte con plenitud. Por
eso hay que reiterar la importancia de la salud mental en la vida cotidiana,
que merece ser equiparada al mismo nivel de relevancia que la salud física.
Una vez una
persona que me conoce bien me dijo: “Mientras vos no cambies, nada va a
cambiar”. Tenía razón, aunque la frase no fue muy precisa respecto a los
cambios que debería adoptar para alcanzar un mayor bienestar. Pero así como los
demás te conocen, se supone que uno mismo también se conoce lo suficiente como
para saber qué clavijas tiene que ajustar. Yo puedo decir que muchos hábitos
que empecé a incorporar últimamente me están dando resultado. Pero es necesario
esperar y no bajar los brazos. Como soy bastante impaciente, la ansiedad me
juega en contra, y hay que entender que vivimos en una sociedad donde cualquier
proceso demanda un tiempo considerable. Quedarse en la cama pensando boludeces
no te aporta nada, es una cuestión de sentido común, porque tu mente sigue
activa y esos vericuetos te llevan a lugares que no son lo que vos querés, los
que te hacen bien. Por supuesto, una persona que está atravesando por un cuadro
depresivo no puede salir adelante fácilmente si no cuenta con la ayuda de un
entorno que la sostenga en ese trance. También podemos mencionar a quienes
sufren fobias o ataques de pánico, son víctimas de un miedo irracional tan
discapacitante que te bloquea de tal manera que ni siquiera podés salir a la
calle. Estaría bueno que empecemos a hablar más de estas situaciones porque son
más frecuentes de lo que parece. En una nota anterior, yo decía que esos
trastornos o enfermedades posiblemente existan desde hace siglos, antes de que lo
hiciera la psiquiatría y la psicología. Alguien que nació en la Edad Media, por
dar un ejemplo burdo, no tenía acceso a ninguna contención o tratamiento, su
destino era permanecer encerrado en un manicomio hasta que se moría. No había
ninguna chance de que se recuperara y que pudiera hacer una vida normal. En ese
sentido, hoy contamos con bibliografía, con estudios, ensayos clínicos, mucha
información disponible que permite poner en el debate la salud mental y romper
con los estigmas y prejuicios.
En los grandes
medios, estos hechos son noticia cuando alguien de la farándula admite haber
padecido estos problemas. Por eso es un gran avance que haya gente como Gastón
Pauls que hable abiertamente de sus adicciones, de lo difícil que es salir, que
tenga la voluntad de dejar un mensaje para ayudar a otros. Lo que tu entorno
percibe no siempre es un reflejo de lo que sos. Mucha gente que nos rodea
consume drogas y si no fuera porque algunos de ellos lo han reconocido
públicamente, uno nunca se lo imaginaría. Tendemos a pensar que las adicciones
están ligadas a drogas ilegales como la cocaína, pero permítanme afirmar que
las drogas consideradas sociales, como el tabaco o el alcohol, también hacen
estragos. Por otra parte, hay médicos que recetan a sus pacientes una cantidad
desmesurada de pastillas, supuestamente para que éstos se sientan mejor, pero
el resultado termina siendo perjudicial porque los efectos adversos son
superiores a los potenciales beneficios que surgen de administrar esa
medicación. Yo he visto algunas veces a personas dopadas por pastillas y sinceramente
es una sensación muy desagradable. Es como verlo hoy por hoy a Charly García,
que ni siquiera puede expresarse con fluidez. Ahí tenés el caso de una figura
pública a la cual supe admirar muchísimo, pero que desde hace 20 años está
totalmente quemada, hecha un despojo. En fin, no es mi intención ponerme a
hablar de Charly en este momento. Sólo lo tomé como un caso en el cual resulta
evidente que los años de excesos le pasaron factura, pero que además el
tratamiento de rehabilitación lo dejó en un estado lamentable. Si empezamos a
aceptar que cualquiera puede pasar por trances que ponen en jaque el bienestar
mental, estaríamos dando un gran paso hacia una sociedad que tenga una mirada
más empática y no tan careta. Es decir, propiciando que los vínculos que cada
uno va estableciendo no se vean resentidos por el padecimiento de una
enfermedad que tiene a la contención como uno de sus pilares para emprender una
recuperación. Los libros de autoayuda son un gran negocio, más allá de que
algunos puedan tener un enfoque interesante. En muchos casos, ni siquiera están
escritos por profesionales idóneos, y su presencia en las listas de best
sellers sólo contribuye a banalizar estas problemáticas que afectan a buena
parte de la población. No niego que hemos avanzado, pero debemos entender que
indagar en las causas de una enfermedad es más complejo de lo que se cree.
Para no hacerlo
más largo, podemos afirmar que encarar un cambio en el plano personal implica
cuestionarse actitudes y conductas que seguramente dábamos por sentado. A lo largo
de mi vida, mi prioridad ha sido siempre ser auténtico, mostrarme tal cual soy.
Habrá gente que no esté de acuerdo, pero en mi caso eso no es negociable. No me
parece lógico adoptar una impostura para fingir ser otro, y tampoco debe ser
saludable sostener ese engaño por tiempo indeterminado. Pero se supone que cada
uno sabe cómo actuar. Sea como fuere, hay algo que es rigurosamente cierto: Si
nos quedamos sentados esperando un cambio hacia afuera, estamos perdiendo el
tiempo. Se trata de un proceso interior, y cuanto antes pongamos manos a la obra, más
resilientes seremos en el futuro. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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