Lo más difícil de
emprender un camino de realización y bienestar personal es sostenerlo a lo
largo del tiempo. Yo tengo una idea bastante clara de lo que quiero
hacer, pero debo lidiar con mis propias dudas y excusas. Son pulsiones negativas
que se interponen para que ese deseo de mejorar vaya perdiendo fuerza. Cuando hoy fui
al Parque, antes de almorzar, no tenía demasiadas ganas. Entonces, no creía
posible que pudiera mantener mi marca de 5 kilómetros de caminata. Pero, contra
todos los pronósticos, no sólo cumplí con esa meta, sino que incorporé casi un
kilómetro más. Eso no es todo: Por primera vez en muchísimos años, me largué a
correr durante el último tramo del circuito. Sé que todo lo que estoy
mencionando carece de interés para el lector promedio, pero en lo que a mí respecta,
pude demostrarme que podía, que estoy en condiciones de redoblar la apuesta.
Debo reconocer que para determinadas actividades soy bastante haragán, todo
esto lo hablé en terapia, pero siempre tuve en claro que era yo quien debía
tomar una decisión. La comodidad nos atrae porque no exige ningún esfuerzo:
Cuando nos sentamos a ver televisión, o pasamos horas boludeando con el celular,
asumimos una actitud pasiva, simplemente nos dejamos llevar por lo que sucede
en una pantalla. En cambio, escribir, caminar, correr, crear una obra de arte,
es todo lo opuesto. Hay que empezar desde cero.
Hace unos meses,
cuando muy tímidamente adopté el hábito de las caminatas, me preguntaba qué era
lo que llevaba a cientos de vecinos a recorrer diariamente el espacio verde. En
mi caso, descubrí que podía desconectarme durante el tiempo que permanecía allí, y dedicar esos momentos para mí, sin necesidad de mirar el reloj ni de
preocuparme por cumplir con un horario estricto. Si bien fue una decisión mía, también influyó que mucha gente me insistiera y me rompiera las bolas sobre
los beneficios que iba a poder conseguir. De no ser así, todavía seguiría estancado y dándome rosca por lo mal que me van las cosas, sin haber
hecho nada en concreto para ponerme las pilas.
Las primeras
semanas iba casi por obligación, y no daba más de una vuelta al Parque. Me
parecía un gran esfuerzo, no sólo por la distancia en sí, sino por haber
vencido mi resistencia a llegar hasta ese lugar. Sin embargo, aprendí la mayor parte de
todo era una cuestión de tiempo, de práctica, y de entrenamiento. Yo no compito
con nadie, lo único que pretendo es sentirme bien, y si me quedo en mi casa mirando
el techo sé que no lo voy a lograr. No sé si tiene algo que ver, pero creo que me hizo reflexionar sobre mi futuro quitándole toda carga de angustia o dramatismo. No
tengo la aspiración de dejar un legado, ni que la gente me recuerde cuando yo
ya no esté en este mundo. Hay mucho de vanidad en ese anhelo por trascender.
Los humanos tenemos una existencia ínfima y silenciosa, incluso aquellos que
han dejado una huella en la historia son sepultados por el olvido de las
próximas generaciones. No tiene mucho sentido pensar en cómo nos recordarán.
Pero sí me gustaría que mientras estoy vivo me consideren una buena persona.
Por lo general, trato
de evitar cualquier conducta que pueda molestar o perjudicar a alguien. Por
supuesto, a veces no puedo evitar que me embarguen el resentimiento, la bronca,
o la envidia. Sobre todo cuando me veo decepcionado ante una persona que creí
conocer y que traicionó mi confianza. Bueno, esto no es nada nuevo, es la vida
misma. Por lo tanto, es más frecuente de lo que uno supone. Siempre he sido de
muy bajo perfil, y eso hace que la gente se sorprenda cuando pongo a la consideración
pública alguna expresión ligada al arte. Me pasó cuando presenté mi primer
libro: Tardé mucho en publicarlo porque quería seleccionar bien los relatos que
iban a estar incluidos. Y en los días sucesivos, muchos vecinos me hacían
comentarios como si yo no hubiera escrito nunca en la vida. De hecho, la
mayoría no sabe de la existencia de este blog, pero no es algo que me importe. Quizás algunas de mis reacciones
también generen sorpresa, pero lo que nadie ve es que son consecuencia de haber
soportado mucho malestar. Visto de ese modo, quizás no sea bueno adoptar una
postura tolerante en el largo plazo, porque vas acumulando toda esa bronca hasta
que al final explotás de la peor manera, y cualquier pavada es motivo
suficiente para encender la mecha. En resumen, considero que para recuperar la confianza en uno mismo es importante hablar más de lo que nos provoca el autobiocot. Qué pasa
cuando nosotros mismos nos convertimos en nuestro peor enemigo. Si no creemos en lo que somos capaces de hacer, siempre vamos a tener que luchar con ese lastre que nos frena y nos limita. ¿Acaso nos
falta una dosis de amor propio y convicción en lo que queremos alcanzar? Es para pensarlo. Nos estamos viendo pronto.
Punto ,³final.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario