21 de enero de 2009

Una nueva etapa se inicia en EE. UU.


Tal como estaba previsto, Barack Obama asumió ayer la Presidencia de los Estados Unidos, en una ceremonia de asunción que no registra precedentes, tanto por el perfil que ostenta el hombre en quien recayó la responsabilidad de regir los destinos de la Nación (afroamericano, el más joven de la historia, tolerante y firme a la vez) como por los más de 2 millones de personas que presenciaron el evento en Washington con temperaturas que oscilaron entre los 5 y los 10 grados bajo cero, en pleno invierno boreal.
Los latinoamericanos esperamos que, al menos por una vez, un presidente de EE. UU. se acuerde de que existimos, pero no para firmar tratados de Libre Comercio en los cuales ellos resultan ser los únicos favorecidos, sino para mantener una relación madura con la primera potencia mundial. La intención de Obama de flexibilizar las restricciones impuestas a Cuba es una buena señal, pero seguramente él esperará a cambio un gesto de Raúl Castro que el cubano no estaría en condiciones de conceder, al menos mientras su hermano Fidel siga monitoreando el curso de la Revolución mientras se encuentra convaleciente de una misteriosa enfermedad y manteniendo un bajísimo perfil, con apariciones esporádicas en televisión o con líderes políticos afines para demostrar que sigue vivo.
Ojalá algún día dejemos de ser el "patio trasero" de América, como se acostumbra decir peyorativamente de América Latina, y tengamos la posibilidad de respetar las decisiones de cada gobierno que compone esta región del contienente, sin buscar enemigos donde no los hay y sin incluir caprichosamente a un país en una lista del "Eje del mal", más propia de la Guerra Fría que de los tiempos que corren. El pueblo de EE. UU. sabe que India y China están creciendo mientras ellos se encuentran sumidos en la recesión y el desempleo, y considero que es bueno que algún país le ponga freno a las ambiciones desmedidas de los yanquis, a las guerras por los recursos naturales, al saqueo de las etnias. Si nos ponemos a pensar seriamente, un país con vocación de guerra como EE. UU. por algo hasta el momento no ha invadido China: sabe perfectamente que los harán pedazos, por más armamento que tengan, como sucedió en la Guerra de Vietnam.

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