6 de octubre de 2012

Luchando por dejar el humo

Con el tiempo, hay cosas que uno deja de hacer, ya sea obligado por las circunstancias o por propia voluntad. Por ejemplo, dejé de frecuentar los boliches (en realidad nunca me gustaron demasiado), no salgo los fines de semana a la noche, y disfruto más quedándome en casa boludeando con Internet o viendo una película. Mi próximo objetivo será dejar de fumar, aunque dudo que pueda lograrlo en un corto plazo. A veces tiro los dos últimos cigarrillos que quedan del paquete para evitar fumarlos, porque me conozco, pero al otro día vuelvo a comprar. Además de ser "perjudicial para la salud" (como reza la marquilla), fumar te deja un aliento horrible en la boca, te mancha los dientes, hace que tu ropa apeste de olor a humo y ante determinadas situaciones te genera ansiedad. En definitiva, no trae aparejado ningún beneficio, pero por algo es adictivo: convengamos que provoca placer fumarse un pucho de vez en cuando, aunque los agobiados pulmones sufran el vicio. En fin, tengo la convicción de que algún día voy a abandonar el cigarrillo (no voy a fijarme plazos por ahora) y hasta tanto eso suceda compraré chicles con nicotina o buscaré la manera de paliar la ausencia de los Philip Morris en la mesa de luz. Como alguien dijo alguna vez, comprar cigarrillos es plata quemada. Punto final.

Crónica de una sociedad en ataque de nervios

Comenzamos la semana. Ayer saltó la térmica y media casa permaneció a oscuras mientras intentaba escribir estas líneas. Así que tuve que int...