Jueves por la noche en la ciudad. Si no surge ningún imprevisto, éste será mi último post de 2016. Un año que, como les he comentado, no ha sido demasiado bueno para mí, pero felizmente siempre la vida da revancha. Creo que uno de los errores fue enfrentarme al pedo con gente que antes solía apreciar, o enredarme en discusiones que eran parte de esos mismos conflictos. Que un año sea mejor o peor NO depende sólo de nosotros, como yo sostenía hace un tiempo. Hay muchos factores ajenos a tu voluntad que intervienen, desde las decisiones políticas que toman los de arriba, hasta los avatares del poder económico. Sentí la necesidad de escribir estas líneas a modo de cierre, de conclusión, de dar vuelta de página. Tengo algunos proyectos interesantes para el año próximo, pero no voy a decir nada hasta verlos concretados. Seguiré con el periodismo, que es la profesión a que he dedicado mi vida, a pesar de que no todas son rosas y que mucha gente habla sin saber, en base a rumores. El rumor, el chusmerío, me revientan. Nunca me gustaron, porque yo no vivo de la vida ajena, no me interesa lo que hagan aquellas personas que no conozco, y no puedo dar fe de un rumor si no me muestran las pruebas.
Quizás mi gran aprendizaje, en lo que sigo trabajando, es en no quejarme demasiado y aceptar las cosas como son, en la medida que no haya forma de revertirlas. Y también, no quejarse si no vas a hacer nada para cambiar la situación. Porque además, ese "mantra" de comentarios negativos, agota y fastidia a la gente que te rodea y que no tiene nada que ver con lo que te está pasando. Y otra parte fundamental del libro de la vida: aprender a decir que "no". Poner límites, infundir respeto. Que no es, ni más ni menos, el respeto por la dignidad humana. Punto final.
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