Lunes caluroso en la ciudad. Primer día hábil de 2017. Mucho trabajo y cosas por hacer, por suerte, dado que es mejor estar en la calle haciendo notas que pasarte el día encerrado entre cuatro paredes. De a poco, la cosa se va acomodando. Este año tendrá una fuerte impronta política por las elecciones, y ya hay muchos que, de manera un tanto silenciosa, han empezado a hacer campaña para cuidar "su quintita". La disputa por el poder se ha dado desde los albores de la humanidad, y lo que ahora se pregona como "la nueva política" no es tal, sino que es un reciclado de viejas prácticas clientelistas, que se implementan de otra manera. Pero la gente no es boluda. Si usted, que es pobre o de clase media baja, recibe una sidra y un pan dulce, beba la sidra y disfrute el pan dulce, pero no los vote. Porque, para ellos, no somos personas, somos votos. No les importamos en lo más mínimo. Lo que quieren es llegar a un posición en la cual puedan tomar decisiones, sentirse importantes, y lo que denominan "gestionar". Se ha puesto de moda esa palabra, cuando en realidad habría que pensar qué gestionan, y con qué fines. Lo que deben hacer es gobernar, mejorar la calidad de vida de los vecinos, y no merecen ningún agradecimiento por ello dado que es su deber.
Por supuesto, hay funcionarios idóneos en todos los estamentos del Estado. Que tratan de hacer su laburo como corresponde. Que no someten ni humillan al que está más abajo. Pero son los menos. Porque esa gente que realmente dignifica a la política y no lo toma como un medio de vida, termina siendo víctima de presiones de parte de los que buscan su propio beneficio. Insisto, esto no es nuevo, lo ha sido siempre, desde que tengo uso de razón. Y lo bueno de caminar la calle, es que te das cuenta de cómo piensa la gente, cuáles son sus preocupaciones, sus necesidades. Ya no existe más el "voto cautivo": hoy, excepto en algunos feudos del Conurbano, el electorado vota conforme lo que le proponen, aunque todos sabemos que a las palabras se las lleva el viento. Sería alentador pensar en un 2017 donde no nos hastíen con promesas imposibles de cumplir. Ya no somos chicos, con dos dedos de frente cualquiera puede saber si lo que te prometen en campaña es viable o no. Una cuestión de sentido común. Punto final.
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2 de enero de 2017
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