13 de enero de 2017

Los inmigrantes ilegales y un debate pendiente

Viernes por la tarde en la ciudad. Como suele suceder cada vez que el agua nos llega al cuello, la gente empieza a preguntarse "qué nos está pasando como sociedad", o a lamentarse de lo mal que estamos porque no nos alcanza la guita como antes. En realidad, esto no es nuevo, lo cual no significa que no sea preocupante. Recién ahora, la gente se anima a abrir el debate por los extranjeros ilegales sin temor de ser acusada de xenófoba. Fue a raíz de lo que todos pudimos ver, de los famosos "manteros" que vendían mercadería trucha en el barrio de Once. Podemos suponer que para un ciudadano peruano o boliviano es relativamente fácil ingresar a la Argentina por una cuestión de proximidad y escaso control de fronteras. Pero los senegaleses, ¿cómo hacen? Es evidente que alguien está avalando todo esto desde la Dirección de Migraciones, o hace la vista gorda a cambio de unos billetes. Uno supone que la mayoría de los africanos encuentran en nuestra decandencia económica y moral un oasis, por lo tanto mejor ni pensar cómo viven en sus países de origen. Es muy fácil acusar a alguien de xenófobo, de odiar a los extranjeros, cuando detrás de la trama se esconden historias de marginalidad aberrantes. El común denominador, por el cual casi todos los países rechazan a los inmigrantes es: "vienen a sacarnos el trabajo". Lo cierto es que todos los manteros, tanto los nativos como los foráneos, estaban al margen de la ley, por el sólo hecho de ocupar la vía pública para vender productos sin pagar impuestos. Lo más indignante, es que el Gobierno Porteño se comprometió a pagarle a buena parte de ellos más de $ 11.000 por dos meses, si no me traiciona la memoria. Eso es premiar la ilegalidad. Ni siquiera merece llamarse subsidio, es un regalo a quien vive a costillas del otro. 

Está todo tan tergiversado, que ya no sorprende que el Estado se desvíe de su verdadera razón de ser para convertirse a una "caja" donde cada uno que quiere va y mete la mano. Pensemos en una persona que trabajó en blanco, la despidieron sin justa causa, y todavía tiene que mendigar una indemnización o el subsidio por desempleo que otorga la ANSES. Y aún más, pensemos en los que trabajan en negro porque no les queda otra, o los toman a prueba por tres meses, para luego echarlos como perros. ¿Hay equidad, hay un plano de igualdad? Se los dejo a modo de reflexión. Punto final.

Crónica de una sociedad en ataque de nervios

Comenzamos la semana. Ayer saltó la térmica y media casa permaneció a oscuras mientras intentaba escribir estas líneas. Así que tuve que int...