6 de febrero de 2017

Una tormenta que dio que hablar...

Lunes por la noche. Ya estamos metidos de lleno en febrero. De a poco, los días se van "acortando", aunque todavía no es tan notorio como para percibirlo en el devenir cotidiano. La ciudad se empieza a despertar de la modorra estival, y algunos negocios han retomado el horario habitual, abriendo más temprano. Ayer, domingo, un feroz temporal de lluvia y viento azotó Lobos y Empalme, provocando la caída de árboles, postes, cables de electricidad, y calles totalmente intransitables. Afortunadamente, el fenómeno climático se disipó a las 19 de ayer, y paulatinamente todo volvió a la normalidad. El último temporal fuerte, una "cola de tornado", fue el 8 de febrero de 2012. Lo recuerdo como si fuera hoy. Se volaron muchísimos techos de chapa del Bº Celeste y Blanco, y los Bomberos tuvieron un récord de 52 salidas. Coincidió con un nuevo aniversario de la entidad, fundada en 1960, y que en escasos días estará cumpliendo años nuevamente. Cuando suceden estas cosas, uno se pone a pensar en la importancia de Defensa Civil, Bomberos, Servicio de Trauma, y el modo de articular el trabajo para responder rápidamente ante una contingencia de esta naturaleza. 

El temporal de anoche fue mucho menor, en cuanto a daños y pérdidas materiales, que al ocurrido 5 años atrás. Pero en esta ocasión lo viví con más intensidad, porque el viento soplaba muy cerca de la superficie con una velocidad inusitada, y realmente era un  peligro circular por la calle durante el lapso que duró la tormenta. Pensé que iba a caer granizo como en 2012, pero felizmente ello no sucedió, no obstante lo cual urge reponer la gran cantidad de árboles que fueron derribados por el viento, y que parecían arrancados de cuajo, en una escena desoladora. Ya desde este blog he comentado varias veces el deplorable estado de la Plaza 1810, y si a ello le sumamos que cada vez tiene menos árboles, menos forestación, cuando el termómetro aprieta el calor se hace sentir mucho más. No ha habido un plan serio para reponer las especies arbóreas que se pierden cada vez que una tormenta fuerte hace caer plantas y arbustos. En muchas veredas del ejido urbano, escasea la sombra, y precisamente nos damos cuenta de que falta "algo", en los meses de calor, cuando la codiciada sombra se convierte en refugio para los automóviles. La nefasta costumbre de talar y tronchar árboles, inclusive avalada por las propias autoridades, es digna de preocupación. Espero no ser el único que tenga este desalentador panorama y que podamos hacer causa común ante esto. Punto final.

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...