17 de marzo de 2017

El Estado debe estar presente para los más desprotegidos

En 1983, cuando los argentinos recuperamos la democracia que tanto nos costó conseguir, pensábamos que por el sólo hecho de adoptar esa forma de gobierno, la compleja situación socioeconómica de un país que era tierra arrasada se podría reencauzar. Pues no, no es como dijo Alfonsín: "Con la democracia se come, se cura y se educa". Para que la gente no pase hambre, tenga acceso a la salud pública, y pueda instruirse, era necesario contar con infraestructura adecuada, personal capacitado, estadísticas confiables... lo más irónico es que han transcurrido 34 años, y todavía no tenemos nada de eso. La democracia es el sistema más eficaz para una Nación, por cuanto le brinda a los ciudadanos la posibilidad de elegir a sus representantes, de expresarse libremente, y de difundir sus ideas sin censura previa. Lograr ser un "país normal", fue el primer paso, pero los siguientes no se dieron, o se dieron a medias, porque los distintos mandatarios renunciaron o sufrieron crisis internas que les impidieron concretar sus aspiraciones. 

Todo lo que para los jóvenes de hoy resulta normal, como poder votar, criticar o cuestionar a cualquier funcionario, militar en política, era impensado durante los distintos períodos dictatoriales del país. Pero insisto, no basta con ello, hay que consolidar las bases para forjar el tan mentado "Estado de Bienestar", que demostró ser exitoso durante los '80 en países como Alemania y Francia. El Estado debe estar presente, no para repartir migajas a los plebeyos, sino ocupando el lugar que le corresponde en asistencia social. Que todos los chicos tengan el calendario de vacunación completo. Que no vuelvan enfermedades endémicas que creíamos erradicadas para siempre. Que haya movilidad social, esto es, que el joven que nació en clase baja pueda capacitarse, aprender en la escuela, y acceder a una mejor posición. Respetar a los viejos, a los abuelos, y en ese sentido, pagarles una jubilación que no llega a la canasta básica no es la mejor manera. Yo no digo que la política exterior no sea importante, ¿pero no es mejor mirar "hacia adentro" primero? Nadie dará un centavo por nosotros hasta que aprendamos a respetar las normas, que el criminal que atropelló y mató al volante vaya preso, que los funcionarios hablen menos y hagan más. Me resisto a creer que este es el país que le voy a dejar a mis hijos, y que sucesivas generaciones pasarán sin que nada cambie. Más de tres décadas de enfrentamientos estériles y corrupción. ¿Hasta cuándo? Punto final.

"No me sueltes la mano", dijeron los senadores

Viernes por la tarde en la ciudad. Estoy tranquilo, pero también somnoliento, así que procuraré escribir lo que tengo en mente. Observo que ...