Hace tiempo que tenía ganas de escribir algo nuevo aquí en el blog, aunque más no sea una semblanza, unas líneas. Es domingo por la mañana, me desperté tarde, desayuné, y aquí me tienen. Luego de los difícil que fue transitar el año 2016 (que empezó mal y terminó peor), este 2017 propone nuevos desafíos y expectativas en el plano personal. Mi situación no es la misma, y creo que todos, de algún modo, estamos en constante cambio. Por esas cosas del azar, los años que terminan en número impar suelen ser mejores para mí, vaya uno a saber por qué. Tener una actitud de apertura a los cambios, nos hace que la transición no resulte tan brusca. Por supuesto, habrá cosas en la vida para las cuales nunca vamos a estar preparados, porque nunca las vivenciamos, y porque nos superan emocionalmente.Transitar este camino es parecido a abrir la venta y recibir una ráfaga de aire helado que te sorprende: nunca sabés qué puede pasar.
Durante buena parte de la jornada, traté de tomar distancia, de mantenerme al margen, de lo sucedido en el recital de Olavarría. No tiene sentido que yo emita un juicio de valor, en parte porque ya el tema está agotado, y además no creo que nadie vaya preso ni se haga responsable de lo que pasó. Es un deja vu: primero fue Cromañón, luego la fiesta de música electrónica Time Warp, y ahora esto. No quiero abundar mucho más.
Los argentinos nos hemos acostumbrado, a la fuerza, a aceptar estos golpes de timón, a seguirla peleando, y siento que si bien hay un sector que acepta con resignación y de un modo muy sumiso lo que le toca en suerte, otro grupo más numeroso se rebela contra la "historia oficial", contra lo que nos quieren hacer creer desde los medios, contra la mentira descarada. Lo establecido es lo más fácil de asimilar y aceptar, por eso cuanto se plantea algo opuesto a "la comodidad del hogar", ves cómo el número de idealistas se reduce significativamente. Ser idealista implica, de algún modo, imaginarse que existe un mundo al cual tenemos posibilidad de acceder, es parte de la utopía, como decía Eduardo Galeano. Sin la utopía, seríamos unos pobres perros errantes en la oscuridad. Punto final.
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