Cerramos la primera quincena de enero con indicadores muy poco auspiciosos para la economía y nuestra calidad de vida en general. Tras conocerse los datos oficiales de 2018, con la industria y la producción cayendo en picada, no hay mucho que esperar de este nuevo año. Siempre, claro está, que se siga con el mismo rumbo errático y perverso. Cada vez hay más gente sin trabajo, o que tiene que buscar una changa que le permita sumar unos mangos a la mesa familiar. No hay golpes destituyentes como denunciaban los K en su momento: este gobierno se está hundiendo solo, en todos los estamentos. Es víctima de su propia incapacidad para gestionar políticas públicas de calidad. Seguramente nuestros nietos continuarán pagando el millonario préstamo al FMI, porque nada es gratis para los organismos multilaterales de crédito.
A veces, para ser sinceros, cuesta no ser pesimistas cuando vemos que la cosa no repunta, que pasan los meses y seguimos en el fondo del pozo. No es casualidad que en Lobos proliferen las financieras, ya que la gente no tiene acceso al crédito y tiene que pagar sus deudas recurriendo a un préstamo con tasas de usura. No me quiero resignar a vivir en un país que paulatinamente se ha convertido en tierra arrasada. Un país que conoció épocas de prosperidad, las cuales yo ni siquiera había nacido todavía para verlo. Fíjense, tengo casi 40 años y salvo un lapso de dos o tres años, nunca vi que Argentina estuviera en un estado parecido a la normalidad. Entiéndase por esto, que los sueldos a los docentes sean justos, que no haya mafias ni sicarios, que la industria nacional pueda producir, que una persona común tenga la guita necesaria para poder tomarse un café o darse el gusto de viajar a Buenos Aires y salir de compras de vez en cuando.
Alguien podrá refutarme diciendo que Mar del Plata está repleta de turistas en la temporada, pero la mayoría de la gente que va a la Costa busca gastar lo mínimo indispensable, se lleva las viandas de comida preparadas porque en esta sociedad, todos se aprovechan y el que no corre, vuela. Por eso, los HDP que tienen restoranes o bares en nuestro principal balneario, te descosen el bolsillo, buscando recuperar en un mes todo lo que no facturaron en el resto del año. Inescrupulosos, especuladores, chantas, quieren "salvarse" para toda la cosecha en lugar en cuidar al turista, aquel de clase media que históricamente veraneó en Mar del Plata y nunca lo hizo en Pinamar o Punta del Este. El día que entendamos que la economía es un círculo virtuoso y que yo vivo de tu dinero pero con esa plata a su vez le pago a otro, las cosas cambiarán. Punto final.
Blog de Lobos, ARG, desde hace 18 años en la Web.
19 de enero de 2019
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