21 de febrero de 2019

Nacimos para correr

Siempre que busco tranquilidad, lo hago tratando de rodearme de mis amigos y de mis afectos más cercanos. En primer lugar, porque me conocen de toda la vida. Puedo hacerles una confidencia con la seguridad de que sabrán guardar el secreto. Sin embargo, lo más valorable para mí es que las personas que  mencioné antes son las que soportan mi malhumor cuando el resultado de tu laburo no sale como uno lo espera, o cuando me dejo ganar por la ansiedad. La ansiedad lo único que hace es bloquearte mentalmente, porque estás a la espera de "algo" que quizás nunca llegue, o lo haga tardíamente, en plazos totalmente azarosos. 

Es común que veamos fantasmas donde no los hay, que creamos (exagerando un poco) que el mundo se ha confabulado contra nosotros, y en rigor de verdad, más allá del aliento de tus seres queridos, sos el responsable de tus propias decisiones. Podés saborear el éxito o morder el polvo del fracaso. Son las reglas del juego. "Fracaso" es una palabra que los autores de autoayuda buscan desdramatizar, de un modo bastante simplista. Y no está bueno el enfoque, de tomárselo a la ligera, o de pretender que nada te pasó. Hasta que no te caigas no vas a aprender nunca, es de manual. Yo concibo el fracaso como una frustración. Por ejemplo, si le puse las fichas a algo que no salió como esperaba. También irrita sobremanera la "amansadora" que es la administración pública, porque para conseguir cualquier papel o documento tenés que armarte de paciencia y trajinar miles de oficinas. Ni hablar de hacer un trámite en el banco, aunque esto ya lo aceptamos porque siempre ha sido así, por lo menos desde la época de mis abuelos. 

Quizás por eso es que nos cuesta tanto estar tranquilos y relajados, perdemos infinitas horas de nuestras vidas renegando, masticando bronca, indignándonos, pagando cuentas e impuestos, y es tiempo que le podrías haber dedicado a tu familia. A los que te bancan en las buenas y en las malas. A aquellos que son totalmente sinceros como para hacerte notar que estás tomando el rumbo equivocado, y te motivan a dar una vuelta de tuerca. Esa es la gente que vale la pena, y no el comentario desubicado que un fulano pueda hacer por las redes sociales. Porque, como sostengo siempre, es fácil hacer la guerra detrás de un monitor. Punto final.   

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