15 de febrero de 2019

Se baja el telón de una semana de profunda agitación social

Hoy aproveché parte del día para intentar relajarme luego de una jornada de extrema tensión, por los hechos de público conocimiento. Llevo 16 años ejerciendo la profesión y es la primera vez que me costó disociar al "periodista", del "ciudadano". Mientras tanto, siguen circulando rumores sin fundamento alguno, a la espera de que alguno compre el pescado podrido (información falsa). Gracias a Dios tengo una familia que me ha apoyado siempre en todos mis proyectos, y que cuando me dejo ganar por el desánimo hace todo lo posible para sacarme de esa situación. Pienso que nos debemos un profundo debate, ya que está tan en boga hacerlo en las elecciones. Que todas las instituciones y partidos políticos de Lobos estén representados y que se transmita por todos los medios audiovisuales, a ver si entre todos le buscan la vuelta porque así no podemos seguir. Que elaboren un documento en conjunto en el cual se comprometan públicamente a garantizar la integridad física de todos los lobenses, como así también el acceso gratuito e irrestricto a la salud mental. Y que en lo sucesivo se brinden consejos a los padres para el cuidado de sus hijos menores cuando éstos concurren a un evento social, como puede ser un cumpleaños o una reunión de cualquier naturaleza donde puede haber gente desconocida que está al acecho para perpetrar un delito sexual. 

Para despejar cualquier suspicacia, quiero dejar en claro que lo que acabo de mencionar respecto al  consumo del alcohol no tiene nada que ver con la violación de Paloma, porque desde todo punto de vista es repudiable, aun cuando la joven se encontrara en pleno uso de sus facultades. Cualquier relación sexual con una menor de edad, incluso si ésta hubiera sido consentida, es considerada un delito (estupro). 

Esto es un signo de los tiempos. En medio del desquicio en que está sumido nuestro país, que llevará décadas revertir, estos hechos no son ni más ni menos que los síntomas de una sociedad enferma que se resiste a interpelarse a sí misma. Hasta que eso no ocurra, continuaremos con los opinólogos que hablan desde una mesa de café, con la televisión que nos intoxica cada vez más, y viviendo en un estado de alerta permanente porque cada cual cuida su pellejo. Punto final.

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  Esta es la última nota que escribiré durante lo que resta de 2024, así que no abusaré de vuestra paciencia en la lectura.   En primer lu...