2 de mayo de 2019

Mi primera experiencia en la TV lobense: prueba superada (por ahora)


Martes por la noche en la ciudad, con bastante cansancio físico. Dediqué buena parte de la jornada a comenzar las cobranzas a los clientes que confían en mi página como medio de información. Como reza la célebre canción de Cerati, “Tarda en llegar, pero al final hay recompensa”. Ayer se emitió por la señal de Lobos Digital (ex RSO), mi primer programa de televisión, un ciclo de entrevistas en el cual tengo puestas muchas expectativas. Se llama “Café Doble”, y consiste, en esencia, en un momento distendido por los precandidatos lobenses para la PASO. Pero, si Dios lo permite, también iremos intercalando con notas a vecinos de a pie, gente que desarrolló un oficio durante muchos años y que atesora anécdotas imperdibles dignas de ser compartidas con la audiencia. Asimismo, está en los planes dedicar un espacio a referentes de las minorías sexuales de nuestra ciudad (trans, travestis, etc), en una sociedad que suele ser muy prejuiciosa. A los que estén interesados, pueden ver “Café Doble” los miércoles a las 21:30 hs por Canal 8 de RSO, o bien en la fanpage LTVN (se transmite online). Agradezco a todos quienes me apoyan en este proyecto, que en lo personal es muy importante y representa un desafío que espero estar en condiciones de cumplir de la mejor manera. Esto recién empieza y queda mucho por hacer para pulir detalles y otorgarle la forma que le pretendo dar al programa, con la inestimable ayuda de la Producción. 

Mientras redactaba estas líneas, pensaba en que hay gente que tiene demasiado apego por los objetos, tal es el caso de los coleccionistas. Yo aprendí que, si bien las posesiones materiales nos brindan satisfacción, nada de ello tiene verdadero valor si no podés superar determinadas situaciones. Quizás por eso nunca me gustó coleccionar nada, aunque me gustan los discos y los libros. Internet es el mundo de lo intangible: ya casi nada de lo que conocimos en la cultura popular permanece en formato físico: los discos se bajan por la Web, del mismo modo que los libros, ya sea de manera ilegal o no. Pienso que me tocó vivir en una época en que los cambios se producen más aceleradamente que hace décadas atrás. Todos, en mayor o menor medida, debemos consumir (es decir, gastar dinero) para sobrevivir. Pero no me gusta esa fascinación por lo nuevo, por el último modelo de celular, o por el chiche tecnológico más reciente. Creo que aun teniendo todo el dinero disponible para comprar lo más novedoso y atractivo, no haría uso de esa opción. No me interesa para nada estar todo el tiempo conectado a Internet mediante un teléfono, aunque por supuesto me sirve para mi laburo. Tampoco me gustan las series de Netflix (la mitad por lo menos son una bazofia), ni todas las boludeces que las empresas promocionan. Hoy por hoy es imposible pensar en una sociedad "anticonsumo", pero sí podemos advertir entre quienes nos rodean a las personas que hacen un uso racional del dinero, que no se endeudan inútilmente, que lo saben administrar, y que prefieren disfrutar de un asado con vino los domingos al mediodía antes de empeñarse en comprar cualquier artefacto sofisticado. De todos modos, en la coyuntura actual hay que ajustarse el cinturón y postergar ciertos gustos burgueses hasta que la situación mejore, lo cual no será en un corto plazo. 

Todo envejece rápidamente, y lo que hoy es considerado el máximo adelanto de la tecnología pasará al olvido en un par de años. A su vez, los objetos tienen una vida útil, que está determinada por el uso que les damos y por el desgaste propio de los materiales en que están fabricados. Cuando un artefacto deja de funcionar, es  momento de reemplazarlo, no antes. Yo tengo el mismo celular desde hace un año y no tengo la menor intención en cambiarlo, porque es todo más de lo mismo, correr detrás de lo último, de lo nuevo, cuando a mí no me interesa en absoluto un aparato que me tenga cautivo, que saque fotos con infinitos pixeles, o que lea mi huella digital.  Se me ocurrió poner el ejemplo de los celulares porque es el caso más corriente que suelo ver, pero bien pueden pensar en otros objetos de mayor valor que constantemente aparecen en el mercado prometiendo más confort o mayores prestaciones. Podría seguir adelante con este post pero creo que ya renegué demasiado por hoy sobre esta cuestión. Punto final.

El lector siempre tiene la razón

  Como les comentaba en una nota anterior, me cuesta hablar en público. Me provoca mucho nerviosismo, no es nada fácil, ahora que lo pienso ...