10 de mayo de 2019

Viernes nublado con sabor a invierno

Luego de un prolongado paréntesis, me reencuentro con los lectores, disponiéndome a que este viernes sea el mejor comienzo del fin de semana. Mi obra social no cubre casi ningún medicamento de los que necesito, por ese motivo estoy haciendo gestiones ante el Ministerio para que me otorguen algún beneficio, aunque más no sea el Certificado de Discapacidad, si bien no me considero discapacitado. No obstante, es inadmisible que tenga que pagar el Monotributo todos los meses a cambio de nada, excepto el aporte para una futura jubilación que ni siquiera sé si llegaré a disfrutar. Falta mucho todavía, aún no llegamos a mitad de año,  por eso hay que aprovechar intensamente el devenir de los días, que se nos escapan como arena entre los dedos. 

Siempre podés sacar algo bueno de cada jornada, aunque sea una tontería o un hecho que carezca de importancia, pero que pese a ello te hace sonreír. Y todos, en definitiva, buscamos que nuestro breve tránsito en la Tierra sea para sonreír, compartir unos mates con nuestros seres queridos, un café con un amigo, emprender un viaje, metas sencillas que constituyen la esencia de vivir. Porque las aspiraciones de quienes estamos en determinada posición son modestas, probablemente nunca llegaremos a ser Gerentes de una empresa o dirigentes políticos, y si lo fuéramos creo que no nos sentiríamos a gusto tampoco. 

Allá por 2012, estudiar y trabajar a la vez se me hizo muy difícil, no cabe duda de ello, y comprendí que no me iba a dar el tiempo para rendir bien en ambas cosas.  Yo me recibí de periodista en 1999, pero ya para lo que quise emprender después en términos académicos, me dispersaba fácilmente, no lograba retener determinada información, sobre todo para materias que no me interesaban. Conozco muchos casos de gente que tiene una familia a cargo, de manera que a las dificultades mencionadas anteriormente se le suma otra responsabilidad que yo por el momento no tengo.

Pensemos que dos horas de cátedra en un día pueden ser consideradas ínfimas por el tiempo insumido, pero quienes han pasado por un aula alguna vez seguramente conocen cómo te quema la cabeza un profesor que habla sin pausa y que además te hace tomar apuntes de lo que va diciendo bajo la "amenaza" de que sus palabras serán tenidas en cuenta para aprobar los exámenes parciales y finales. La bibliografía es costosa, incluso si es fotocopiada, y habrá que volver a subrayar, a usar el resaltador amarillo, a implementar cuadros sinópticos, y otras tantas estrategias que nos ayuden a retener los conocimientos que se encuentran desperdigados en centenares de páginas con una tipografía minúscula. Además, como las librerías buscan economizar tinta, te "pijotean" el tonner, motivo por el cual la impresión del material dista de ser legible en la mayoría de los casos. Pero es lo que hay. El resto es adaptación, aprendizaje. Sin ir más lejos, éste es el primer posteo que escribo en varios años haciendo referencia a aquel profesorado que había empezado a cursar y que no concluí. No me pesa haber desertado, tenía muchos frentes de tormenta abiertos y no podía concentrarme en todo.  

En fin, hablando un poco de las imposiciones propias del uso del celular y de la tecnología, como todos los cambios que impulsa Google, comienzan siendo una sugerencia y luego se vuelven una imposición. No hay manera de volver a aquel diseño de escritura amigable y sencilla que conocí hace 6 años cuando escribía en este blog. Lo importante es lo que uno pueda expresar, más allá del formato en que lo haga. Si tengo tiempo y me queda alguna neurona con ganas, antes de que termine el fin de semana publicaré una nueva nota. Nos estaremos viendo pronto, y gracias por la lectura.

El lector siempre tiene la razón

  Como les comentaba en una nota anterior, me cuesta hablar en público. Me provoca mucho nerviosismo, no es nada fácil, ahora que lo pienso ...