14 de diciembre de 2019

Declaración de principios (y finales)

Nunca fui oficialista ni opositor, siempre me mantuve en un punto equidistante, pudiendo rescatar, como ser racional que soy, las medidas acertadas de un gobierno de aquella que nos condujeron al desastre. Y esto no tiene que ver solamente con ejercer el periodismo, porque en rigor de verdad hay pocas cosas que me despiertan fanatismo. Son afín a algunas posturas progresistas, pero no estoy totalmente de acuerdo con ellas. Así como critiqué a Macri por lo que hizo o dejó de hacer, pienso hacerlo con Fernández si no muestra señales claras de querer mejorar nuestra calidad de vida, que es la de todos los ciudadanos. Trato de evitar discusiones de índole política, no porque le tema al debate, sino porque creo que ni la otra persona ni yo cambiaremos nuestra manera de pensar, por lo tanto es al pedo perder el tiempo en una mesa de café con el "diario del lunes". 

Pasar hambre o no tener dónde vivir, en un país que se jacta de muchas cosas, es totalmente inmoral, y me opongo a cualquier político que nos lleve a esa dirección. Que una empresa como Zanella, que pasó por todas las crisis, esté quebrada y venda sus bienes en una subasta, es muy doloroso. Más aún por los trabajadores que quedaron en la calle. Si vos pregonás Pobreza Cero y te vas con un 40 % de la población que no le alcanza para comer, algo no funciona bien. Ni siquiera Menem destruyó tanto en tan poco tiempo. El liberalismo o neoliberalismo no se acota a lo meramente económico, sino que atraviesa todos los ejes, y es algo que los que se dicen liberales en la Argentina nunca entendieron. Un tipo como Alsogaray, por ejemplo, era lo más reaccionario que se puede imaginar. Imaginate que estás con el agua al cuello, y alguien te tira un salvavidas, ¿no lo vas a agarrar? Pues bien, es lo que está pasando ahora, buscás quien te saque a flote pero no sabés adónde te va a llevar. 

¿Y qué pasa con los medios? En la TV actual, abundan las sonrisas, los comentarios más crueles y carentes de sutileza, y el morbo elevado a la máxima potencia. Todo esto, claro está, no apareció de un día para el otro, pero uno que vive el día a día rara vez se pone a reflexionar en lo bajo que hemos caído. No hablemos ya de programas culturales, porque a mí también me gusta reírme de boludeces o engancharme viendo un videoclip. Tampoco me interesa asumir una actitud moralista, porque esto va más allá de la moral. Entra en juego el hecho de que nos toman como estúpidos y que nos pueden vender cualquier cosa, como para que no pensemos demasiado. O razonamientos simplistas. Sin embargo, hoy por hoy se destina más tiempo a las redes sociales que a la radio o la tele. 

Entran a jugar otros factores: la television analizada como entretenimiento de las masas. La búsqueda de seducir al televidente con recursos miserables y vergonzosos. La falta de oportunidades que tenemos para ejercer un pensamiento crítico, para no dejarnos engañar por las luces de colores.

Cuando uno es consciente de que está consumiendo un producto comunicacional de baja calidad, tiene al menos algunos puntos a favor para ir separando la paja del trigo, porque no es lo mismo la BBC News que Crónica TV. Punto final. 

Costillas

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