Entre las enormes virtudes que tenía el recordado escritor Osvaldo Soriano, estaba la de titular a sus novelas de un modo sorprendente. Tal es el caso de "Triste, solitario y final", o "No habrá más penas ni olvido". Pero esa será la única mención que haré en esta nota, porque no pretendo hablar de literatura en esta ocasión.
Comencé a
escribir esta nota el 25 de Mayo por la mañana y la di por concluida hace un rato de este jueves 26.
Más allá de lo protocolar y la evocación
en las aulas, no estamos en tiempos donde abunde el fervor patriótico. No
encontramos muchos motivos en la actualidad para que ese hito histórico que fue
la Revolución se traduzca en una República consolidada. Y han pasado ya 202
años. Entiendo que es suficiente, ¿No? La noticia de ayer fue que un pibe del
plantel de River metió 6 goles, la primera vez en la historia del club que un
jugador alcanza esa marca en un solo partido. Se le nota talento y ganas de ir
para adelante, lo digo aunque soy hincha de Boca de toda la vida. Ojalá encuentre lugar en la Selección, o mejor dicho, ojalá de
den lugar para que pueda lucirse si es que mantiene ese nivel.
Volvamos al
principio. La democracia en sólo un sistema de gobierno. Pero
aun así, nos costó muchísimo conseguirla. Hoy por hoy, cualquier país con
cierto desarrollo tiene también una conducta a nivel institucional. Esto
significa garantizar los derechos de los ciudadanos y mantener relaciones
pacíficas con el resto del mundo. Lo que vemos acá, es que al Estado le
importa muy poco los derechos de quienes lo mantienen con su aporte de
impuestos. Y lo peor de todo, es que parece haber cada vez más trampas o
"vivezas", que a decir verdad sólo nos conducen a la vergüenza y nos
hacen más estúpidos. Sería inútil preguntarse qué vino primero, si el huevo o
la gallina. El sistema de la corrupción está tan aceitado, que por momentos uno
piensa que es lo único que, como sociedad, sabemos hacer de manera eficaz.
Somos expertos en la incompetencia y en la burocracia. Y uno puede pelearla
desde adentro, como han hecho muchísimos próceres, escritores e intelectuales,
o bien mandarse a mudar, irse del país. Claro que, para esto último, hay que
pensarlo muy bien, e inclusive no deja de ser un riesgo, porque nadie te va a
acompañar si emprendés un exilio voluntario.
Por lo general,
los migrantes regresan a sus países de origen cuando ven que la situación
mejora. El último censo arrojó como estadística que somos casi 47 millones lo
que compartimos a la Argentina como espacio en común, y que hay poco más de 1
millón de mujeres en comparación con los hombres. Ahora, si se cruzan datos con
la Dirección de Migraciones y se rastrea cuánta gente abandonó el país por más
de tres meses, se obtienen cifras más reales en cuanto a los argentinos que
tomaron una decisión que no todos comparten: Buscar un futuro fuera de casa. No
lo sé, yo no podría suponer qué haría si me viera desahuciado y sin
oportunidades, y si tuviera 20 y pico de años. Pero en mi situación actual, se
me ocurre pensar que sólo me iría si hubiera una guerra civil o fuera un
perseguido político. Afortundamente ninguna de las dos cosas hoy son frecuentes
en la Argentina. Aprendimos algo que debería haber sido natural desde hace
siglos, pero que sólo implementamos (como se pudo) cuando cayó la última
dictadura.
Hay que reconocer
que la clase política es cuestionada en todos lados, no sólo en los países
latinos. Pero la diferencia es que, en Europa o en EE.UU., de vez en cuando
alguno renuncia o lo meten en cana. Y cuando eso ocurre, el tipo ya quedó
"quemado" para la sociedad, es muy extraño que vuelva a ser candidato
para algo, o que el presidente de turno lo vaya a tener en cuenta para un
cargo. En cambio, acá se reciclan, saltan de un partido a otro, tienen el
respaldo de jueces amigos para que las causas en su contra queden en la nada.
Por no mencionar toda la guita que roban del Estado, cada vez sin menor pudor y
con más desfachatez. Un presidente cualquiera puede alcanzar el apoyo popular
en los dos primeros años, acomodar las cosas, pero después tanto él como su
gabinete ya están instalados y se dedican al saqueo. Esa misma guita la usan
para financiar futuras campañas y por si no fuera suficiente, tenemos un canal
que no lo ve nadie (la TV Pública), y donde hay empleados militantes que cobran
sueldos altísimos. La cantidad de personal crece porque cada gobierno, antes de
retirarse abucheado por la tribuna, pasa a planta permanente a un determinado
grupo de parásitos. Lo mismo sucede en los municipios, por ese motivo es casi
imposible echarlos de la administración pública.
Con respecto a la
TV Pública, nunca vamos a saber para qué están ni qué hacen los okupas rentados (lo de ahora y los de antes),
lo que sí podemos afirmar es que la programación es lamentable, los noticieros son poco
creíbles, y cada nuevo gobierno que asume se apropia de él y lo toma como un
trofeo de guerra. La solución sería privatizarlo y listo. A mí me gustaría que
existiera un canal del Estado que ofreciera contenidos de calidad, pero quedó
demostrado que es una expresión de deseo de mi parte y que a ellos no les
importa ni les interesa. Tal es la impunidad, que -como recordarán- hace unos
meses unos tipos del canal fueron a un banco cercano a los estudios y se
llevaron $ 14 millones en efectivo (no me acuerdo de la cifra exacta), que
supuestamente iban a ser destinados a una miniserie de Belgrano. Vamos,
muchachos, cualquier explicación que se pretenda dar para retirar millones de
pesos como si fueran caramelos es inútil. No hay justificativo alguno, es curro
y nada más que eso. Retomo esto: El tener un cargo les otorga impunidad en la
Argentina. Saben que nunca irán presos, que como mucho los procesarán o
imputarán por sobornos o peculado, y en última instancia la Corte fallará a su
favor. Son cómplices del narcotráfico, y más de uno se da un "saque",
mientras minutos después hacen toda una puesta en escena porque debarataron un
aguantadero en una villa. Pero claro, ellos toman de la buena, que no es la
misma merca de los pibes que le dan al "paco" o aspiran pegamento en
Plaza Once.
Esos chicos son
los seres invisibles, porque la gente que circula por la inmediaciones de Plaza
Miserere tiene miedo de que le roben para comprar más falopa, cuando en
realidad te pueden chorear en la Recoleta para arrebatarte un reloj, o romperte
de un piedrazo el parabrisas mientras vas por un tramo de la autopista. Hay claramente
una estigmatización ante el delito.
Y ahora sí, reitero
la pregunta del comienzo: ¿Cómo esperan, entonces, que nosotros evoquemos con
entusiasmo lo que hicieron nuestros próceres hace 202 años? En dos siglos se
trastocó todo, lo que podría haber sido un país próspero se convirtió en una constante
alegoría al pasado en las fechas patrias. Tan poca voluntad hubo en este país
por revalorizar la historia, que el Cabildo que vemos hoy es deprimente, ya que
fue reconstruido en 1940, y antes había sido mutilado para construir para
construir el trazado de la Avenida de Mayo y la diagonal Roca. Conclusión: Pese
a ser Monumento Histórico, del épico edificio original sólo quedan las fotos.
Tanto la Plaza de Mayo como los edificios aledaños son una muestra cabal de la
retorcida obsesión argenta por demoler todo lo que se considere inútil o
superfluo (a juzgar por el criterio de arquitectos y urbanistas varios), como
si a los yanquis se les ocurriera tirar abajo la Estatua a la Libertad o el
Capitolio. Bueno, a Cristina le molestaba tanto una estatua de Colón, que mandó
a retirarla de los alrededores de la Casa Rosada y se la Costanera Norte,
frente al Aeroparque. En una próxima nota abordaré más este tema. Nos estamos
viendo pronto. Punto final.
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