4 de mayo de 2022

Dejaron la olla en el fuego y no saben cómo apagarla

 Mitad de semana en la ciudad. La gente ya está cansada de los mediocres discursos de la política lobense, y no la culpo, porque es evidente que las necesidades que tenemos hoy son más imperiosas que hacer campaña anticipada pensando en 2023. Pero sí es bueno que la dirigencia local deje sentada su posición ante aquellas cuestiones que urge resolver en caso de que sean candidatos en el futuro.

A nivel macro, lo primero que hay que lograr, en lo que le queda a Fernández de mandato, es una mínima estabilidad económica, porque de lo contrario esto va a terminar explotando. Los ciudadanos, en tiempos de bonanza, no cuestionan el gasto público, ni el despilfarro y desfachatez de los diputados con su séquito de asesores rentados. Lo hacen cuando comprenden que buena parte de esa guita es la que ellos deberían percibir, como cuando hace unos años los K hablaban de la "resdistribución de la riqueza". La distribuían entre ellos mismos, y por supuesto, entre sus alcahuetes y amigos. Pero ahora la situación cambió, porque cada día que pasa hay menos margen para que el Presidente tome decisiones, está totalmente encorsetado por distintos sectores que le van marcando la cancha. Supongo que Fernández no es necio y se ha dado cuenta de eso. Si nosotros, que la vemos desde afuera, podemos percibirlo con claridad, mucho más lo harán él y sus funcionarios de confianza, que cada vez son menos. El objetivo es ese, aislarlo del poder real, desgastarlo políticamente reemplazando a sus ministros por otros más afines a círculo ultra K, que están dispuestos a todo.

 Fernández procura, como paliativo, dejar a toda la tropa satisfecha y conforme, pero no siempre lo consigue, entonces busca aliados cuidadosamente, como quien sabe que está tanteando el terreno de un campo minado. No fue lo más acertado haberse mostrado junto a Luis D´Elía, pero supongo que -como decía Borges- no los une el amor, sino el espanto. ¿Habrá pensado Alberto en renunciar alguna vez? Seguramente que no, porque sabe que cayó en una trampa y que, de hacerlo, le dejaría la presidencia servida a CFK. El problema principal es que desde el comienzo tuvo un vacío de poder notable, que se pudo disimular a nivel oficial durante un tiempo, pero ya no hay posibilidades de ocultarlo. Porque, además, las dificultades que existían en diciembre de 2019 son muy distintas a las de 2020 o 2021. Macri fue una decepción para la clase media que mayoritariamente lo votó; en cambio, este gobierno es una decepción para otro segmento del electorado, que ve que el asadito de los domingos nunca llega, que la yerba para el mate está carísima, que cualquier producto de primera necesidad aumentó un promedio de 10 % en el lapso de un mes. Entonces, ¿qué es lo que hacen? Muy fácil: poner al pelotudo de Feletti a reunirse con los empresarios buscando misericordia. Feletti, un señor comprometido con la causa de los humildes y desposeídos, es Secretario de Comercio Interior. 

Desde el vamos, cualquier medida de persuasión que procure conseguir este funcionario hace agua por todos lados. Los tipos están para otras cosas, no para planteos propios de un retiro espiritual. Lo que pueden hacer es mantener fijo por un tiempo equis el valor de un determinado producto, y compensar esa falsa sensación de estabilidad subiendo los precios del resto de las marcas que tienen. Ellos nunca pierden, y mal sería si perdieran, porque los empresarios no están para hacer beneficencia. 

En 2018, la suerte de Macri quedó sellada con una megadevaluación y corrida cambiaria. Pues bien, quienes están ahora en la Rosada, van camino a repetir el círculo vicioso, por más pretextos que intenten argumentar. Nunca van a entender las demandas de la sociedad, porque nunca se sintieron pertenecientes a ella. Son (o somos) sólo una masa que vota cada 2 años. Pero como son peronistas, conocen un poquito más la calle como para olfatear que la gente puede volver a los cacerolazos y a buscar desalojarlos de los amplios salones del palacio presidencial. Desde luego, esto puede ocurrir o no, pero lo que tenemos que ver, es hasta qué punto pretenden seguir tensando la cuerda. Porque podés ser peronista, radical, o bolchevique: si la guita no te alcanza, poco importa lo demás. No le pueden pedir paciencia a la gente, porque pagar pagar la luz, el gas, o el alquiler, no hay paciencia posible que uno pueda esgrimir ante los acreedores. Esta es una historia con final abierto. Pueden terminar el mandato de un modo razonable, o pueden llegar a diciembre de 2023 con el escenario menos deseado y menos esperado, pero que ya todos conocemos. Nos estamos viendo pronto. Punto final.

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