4 de mayo de 2023

¿El periodismo es un sacerdocio o un apostolado?



  • Hacía tiempo que no escribía nada por aquí, y a decir verdad no tenía mucho para decir, por lo tanto cuando te encontrás sin un buen enfoque es mejor esperar. Esta es la primera publicación del mes, como podrán comprobar. Me puse a leer en mis ratos libres, y hubo un libro en particular que tenía buena prosa y lo  liquidé en menos de una semana. Se llama "Los años felices" (de 2011), una intersante novela cuyo autor es Sebastián Robles. Tiene la misma edad que yo. No es lobense, pero es un escritor nacido en GBA y que en su narrativa aborda tópicos ligados a su lugar de pertenencia ya su etapa adolescente que -al igual que la mía- se vio atravesada por los '90. Lo interesante es que Robles no hace un juicio de valor descarnado de esa etapa del país, ni se sube a la tarima a pontificar nada. En determinados momentos narra la transformación que produjo el menemismo en hechos tales como el cierre de los almacenes por los grandes supermercados, la decadencia del ferrocarril, pero lo hace en el contexto de la historia que se propone relatar. Promediando el final del libro, uno como lector se queda con sabor a poco, porque todos los cabos sueltos de las 200 páginas previas intentan resolverse apresuradamente, aunque intuyo que esa fue la intencionalidad que se popuso Robles. Lo busqué en Instagram, y comprobé que actualmente se dedica a talleres literarios y a comentar libros. No estoy seguro de si los talleres de escritura son útiles o provechosos. Pienso que si yo fuera un escritor con éxito o prestigio como para que alguien participara de ellos, no lo haría, porque cada uno escribe a su manera y lo máximo que se puede hacer es sugerir un desarrollo distinto de la trama, sin desvirtuar el espíritu del texto original que el "alumno" lleva consigo cuando está comenzando en la literatura. Me sentiría más cómodo dictando un taller de periodismo, por caso, aunque no aquí en Lobos. Hay mucha vanidad, mucho egoísmo, y no faltará el que piense "quién se cree este para enseñar periodismo". 

La realidad es que podría aportar los conocimientos básicos de la profesión, sustentados en 21 años de trayectoria. Esto último no lo digo para sacar chapa, sino porque efectivamente llevo todo ese tiempo dedicado estos menesteres. Estudiar Comunicación Social probablemente te amplíe un poco los horizontes, pero para ser periodista lo mejor es buscar una escuela al estilo del TEA, el Instituto Grafotécnico, o ETER si de la radio se trata. Porque además, vas practicando, y una licenciatura tiene demasiado sustento teórico innecesario. Reitero, todo va en lo que pretendas hacer de tu futuro, Eso siempre lo tuve en claro. Aunque en su momento, cuando estudiábamos, nos ofrecían una articulación con una Universidad para acceder a la licenciatura. No hubiera venido mal, pero era un momento complicado del país, aun más que ahora, y al final de cuentas nunca supe qué pasó con todo ese asunto, cuántos se inscribieron, etc. 

El curro de las Maestrías de Periodismo de las universidades privadas, está en que te prometen prácticas "reales" en redacciones de medios nacionales, y por otra parte te aseguran  que si estudiás con ellos tenés buenas posibilidades de sumarte al staff en un futuro. Tanto LN como Clarín propician esas maestrías, pero yo no pagaría sumas altísimas -más allá del buen nivel académico que puedan tener esas universidades- para entrar a trabajar a un medio grande, digamos. La única ventaja es que si decidís hacerlo y encajás bien dentro del personal, podés ir haciendo carrera dentro del diario, algo que es muy poco frecuente por otros caminos más tradicionales. 

Para ser franco, todo lo que puedo decir es que estoy conforme con la formación que recibí, porque éramos todos pibes de clase media por más que fuera una institución privada, y teníamos profesores excelentes. Claro que por momentos me planteo si esto es lo que quiero hacer el resto de mi vida, pero en el mejor de los casos, podría emprender algún proyecto paralelo. El periodismo ejercido con todos los recursos que uno va aprendiendo es influyente, y en ocasiones llega a molestarle notablemente al poder político de turno. No es casualidad que en los países con regímentes más totalitarios, haya una gran cantidad de periodistas asesinados o que terminaron muertos en atentados y supuestos "accidentes". Esos tipos se la jugaron pese a que no eran ningunos boludos y se veían venir las más aberrantes represalias. El reconocimiento debe ir, pues, para ellos, y para todo los que nos comprometemos ante la sociedad. Suele decirse que el periodismo es un sacerdocio, aunque me inclino a pensar que -ante todo- es un apostolado.

 Para evitar hacer una tediosa exposición sobre lo que implica la ética profesional para mí o para cualquier colega que ejerza con seriedad su laburo, por ahora lo dejamos ahí, ya habrá tiempo para profundizar un poco más. Nos estamos viendo pronto. Punto final. 


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