Martes por la noche en la ciudad. Bueno, pasó lo que tenía que pasar: Considerando que 23° C es una temperatura totalmente anormal para el invierno, la humedad se torna insoportable, y si salías a la calle con la ropa habitual para esta época del año, sudabas como un camello. En cuestión de días se terminará el efímero período de ropa liviana que tuvimos que rescatar de algún rincón del placard.
Este martes, cerca de las 17 hs, en un horario pico porque es más o menos próximo a que los chicos salgan de la escuela, estalló un feroz chaparrón que me sorprendió en el medio de la calle, sin paraguas, ni nada parecido para protegerme. Me refugié en una parada de colectivos, pero no podía estar allí por tiempo indeterminado. Pese a que no estaba lejos de mi casa, la violencia del temporal que no habrá durado (hasta ahora) más de 15 minutos, me transformó en una piltrafa que goteaba a cada paso. Tenía el bolso con la cámara y el grabador, además del celular, y inevitablemente se mojaron, por eso me vi en la disyuntiva de capturar el momento con una foto o un video breve, y exponer mis herramientas de laburo a la lluvia, o quedarme en el molde. Al final, me arriesgué, pero no creo que vuelva a hacerlo: A menos que sea algo extraordinario, no tengo ganas de perder plata al ver cómo un celular relativamente nuevo puede quedar inutilizado y convertirse en un gran dolor de cabeza, y de bolsillos también.
Se reanudó la actividad en lo que va de esta semana, hay más noticias, y me siento cómodo siempre que pueda hacer mi trabajo sin verme desbordado. Todos los días trato de ofrecer material que haya conseguido yo mismo: Es la esencia la producción periodística, ni más ni menos. Si hay una conferencia de prensa, o una disertación, o la presentación de un libro, también le podés dar tu impronta. De no ser así, las crónicas que hagan todos los periodistas que concurran serían una réplica, y yo busco hacer foco en algún aspecto novedoso o que me haya llamado la atención. El hallazgo de un hecho que puede pasar desapercibido para el resto y que tiene suficiente relevancia para convertirse en una nota, es lo que marca la diferencia para no sumir a los lectores en el tedio.
Claro que, cada vez que hago zapping por los canales de noticias, la "relevancia" parece ser muy difusa. La primera definición del diccionario de la RAE, consigna que "noticia" es algo de interés, pero en los años que llevo en esto he tenido que cubrir cosas totalmente intrascendentes y aburridas, por más onda y viento a favor que uno intente ponerle.
Es lógico suponer que no debe ser sencillo transmitir las 24 horas sin rellenar minutos con boludeces pasatistas. Lo que más me fastidia es cuando los conductores pretenden hacerse los graciosos y quedan como estúpidos, al menos en mi percepción. Por otra parte, insisto que no cualquier hecho o suceso debería ser considerado noticia. En principio, debe brindar información que se presupone que no es conocida por la audiencia. ¿Quién va a perder tiempo viendo algo que ya sabe o conoce? Tiene que ser novedoso, de interés público, y cuanto más esté relacionado con las preocupaciones del ciudadano promedio, más cerca está de ser valorado por su utilidad en la vida cotidiana. Sabemos que hay una subjetividad tanto de quien difunde esa pseudonoticia, como de parte del que cree hallar el blanco perfecto para bajar línea a favor o en contra de una determinada causa.
Tiene mayor seriedad una nota sobre el aumento de los alquileres y las tarifas de los servicios, que hablar de la vida de Susana Giménez o Mirtha Legrand, dos viejas decadentes que no tienen nada para ofrecer más que formatos televisivos absolutamente intrascendentes. Y aquí entra a jugar lo que siempre hablamos, que es el escapismo, la distensión. Esos programas no abordan cuestiones demasiado profundas y quien los ve tampoco espera eso, por lo tanto el éxito está dado porque ese ciclo se adapta a lo que los televidentes quieren encontrar. Si vos ves programas de entretenimientos, donde los invitados deben adivinar letras o palabras, es objetivo es nada más que entretener, lo cual no tiene nada cuestionable. Pero estos programas de bajo presupuesto han proliferado en la televisión abierta: La escenografía es berreta, el costo de producción ínfimo, y lo único que gasta el canal es en el premio que se le entrega a quien llega a la instancia final. Un millón de pesos, pongamos por caso, es un vuelto para cualquier canal que percibe fortunas por cada segundo de publicidad. Pero así están dadas las cosas, no hay mucho para agregar. Si un aparato de TV Smart está pensado, hoy por hoy, para ver contenido en streaming en las diferentes plataformas pagas que existen en el mercado, y si a eso le sumamos que ahí sí se invierte buena guita, el futuro de los cinco canales de aire que todos conocemos es dudoso.
Hay cineastas muy conocidos que aceptan un buen contrato con Netflix (ponele), para que sus películas sean vistas no en las salas tradicionales, sino en la pantalla chica, con un gran elenco, y actores que se suben a la cresta de la ola por sus interpretaciones. Si Spotify es lo que se viene o lo que predomina en términos del consumo de música, todo me hace pensar que podríamos esbozar un razonamiento similar para el contenido audiovisual pagado, que tiene una calidad superior a la grilla del cable promedio. Nadie aceptaría pagar por un servicio de streaming para ver algo que puede conseguir gratuitamente en otro lado. Afortunadamente, todavía existen sitios pirata como Cuevana, que cada tanto son dados de baja pero resurgen como el Ave Fénix para equilibrar un poco la balanza. Nos estaremos viendo pronto, quizás analizando este fenómeno con cifras concretas (si es que las hay) que nos muestren por qué la inversión y los cambios de la industria se están dando en esa dirección. Punto final.
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