10 de mayo de 2009

Crónica de un sábado a la noche distinto (al menos para mí)

Hola gente, me reencuento con ustedes tras algunos días de inactividad en los cuales estuve esbozando un puñado de ideas para darle forma a próximos textos que verán la luz muy pronto por aquí. Anoche salí a distenderme un poco en la devaluada noche lobense, concurriendo a los lugares habituales pero haciendo escala en El Club, muy a mi pesar, ya que como ustedes saben mi opinión sobre dicho local nocturno dista mucho de ser positiva. Pero para complacer a uno de mis primos, que andaba de "rotation" conmigo y expresaba enfáticamente su deseo de ir a El Club, terminé cediendo, y espero que sea la última vez que lo haga, al menos en el corto plazo. Mi rechazo total hacia la música, el deplorable estado de los baños, la concurrencia en general, y la antipatía de las camareras son algunos de los motivos que me mantienen alejado de ese reducto. Pero como no tenía ganas de discutir por algo que ni siquiera merece perder el tiempo en una discusión, llegamos a un acuerdo y fuimos un rato a cada lado. Creo que fue una decisión salomónica, cada uno tiene sus motivos para elegir un sitio en lugar de otro, y es evidente que así funciona en este caso, de lo contrario El Club no estaría siempre lleno, entonces no soy tan necio como para emitir un juicio de valor con las personas que prefieren ir allí, simplemente no es de mi agrado.
La noche transcurrió en forma amena, y me di cuenta de que cediendo (o mejor dicho, concediendo) en determinadas cosas que no te van a cambiar la vida podés lograr que la gente de tu entorno se sienta más a gusto y que, en definitiva, uno también deje de lado ciertos prejuicios o pruritos, aunque sea por unas horas.

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