Acabo de comprobar, con gran malestar, que me he resfriado. Ya desde el domingo no andaba del todo bien, pero lo atribuí a la resaca de una noche de distensión, con todo lo que ello implica. Sin embargo, hoy es martes y ya he usado durante las últimas horas innumerables pañuelos para sacar de mi nariz ese viscoso aditamento que caracteriza a los cuadros gripales en general. Primero pensé que tenía un brote de alergia, lo cual no es extraño en mi organismo: los ojos irritados y llorosos, la nariz congestionada. Pero tomé un antialérgico y no hubo resultados positivos. Por si todo esto fuera poco, hoy es uno de los días más horribles y desoladores en lo que va del mes: frío, nublado, y más inestable que la Argentina misma. Puede que mañana amanezca con un sol radiante, como también cabe la posibilidad de que llueva varias horas seguidas, y con distinta intensidad, que es lo peor.
En fin, dejemos las quejas de lado y concentrémonos en otros asuntos: todo esto me ha hecho pensar, inevitablemente, en la adulteración de medicamentos. Hay gente que parece sorprendida por las últimas investigaciones periodísticas, como si se tratara de algo nuevo. En la Argentina, todo, absolutamente todo, es susceptible de ser falsificado y adulterado. Por supuesto, no es lo mismo un DVD trucho que un medicamento trucho, porque las consecuencias para el consumidor de ambos productos son muy diferentes. Los laboratorios en general, incluso aquellos que venden medicamentos legítimos, son inescrupulosos y cuentan con la complicidad de médicos que son sobornados de distintas formas para recetar fármacos del laboratorio en cuestión. Por eso, uno de los pocos aciertos de esta gestión es haber posibilitado el acceso a los denominados "genéricos", es decir, que se recete la droga (por ejemplo, Clonazepam) y que cada persona pueda decidir el nombre o marca comercial del medicamento en cuestión, de acuerdo con su presupuesto o con la confianza que deposite en un determinado laboratorio. A veces parecemos chicos, nos mostramos sorprendidos por cosas que ya sabíamos que ocurrían desde hace años, lo que sucede es que se incrementa el morbo y la indignación cuando nos enteramos que remedios supuestamente adulterados estaban destinados para pacientes oncológicos o con HIV. Existe toda una mafia detrás de esto, que evidentemente maneja mucho dinero, dado que si esta actividad ilícita no les hubiera resultado rentable se dedicarían a otra cosa. En lugar de escandalizarnos, de poner el grito en el cielo, de decir "como puede ser", etc, etc., sería bueno que hiciéramos algo. Si me preguntan, no sé qué acción concreta podemos llevar a cabo, pero lo mínimo que podemos hacer es comprar los medicamentos en farmacias de confianza y que los mismos sean producidos por laboratorios que reúnan idénticas condiciones. A veces, es preferible terminar pagando unos pesos más y no consumir una supuesta droga que termina siendo un placebo, una pastilla de almidón o de algún excipiente similar que no te va a aliviar en absoluto los síntomas de tu enfermedad.
Blog de Lobos, ARG, desde hace 18 años en la Web.
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