23 de abril de 2015

Falso y verdadero

Jueves cálido y agradable en la ciudad. No hace mucho que me dedico al periodismo, apenas 12 años, pero poco más de una década me ha permitido distinguir a las personas comúnmente denominadas "falsas" de las "auténticas". A mí me fastidia que me palmee la espalda o me sobe el lomo aquella persona que no siente nada por mí, pero lo tomo como de quien viene. Y si el "falso", además es chanta, mucho peor aún. No voy a entrar aquí a definir lo que se conoce como chanta, puesto que ese calificativo encierra una serie de actitudes que (valga la redundancia), califican a ese individuo como tal. Sin embargo, me permito citar algunas características: el chanta es trepador, idiota útil, no tiene escrúpulos, le gusta hacerse ver, sentirse que es más importante que el resto de la humanidad, y tener esa soberbia de quien ha leído dos páginas. 

Nunca me voy a olvidar de esa última frase, que nos las dijo a todos los alumnos de Periodismo: "A veces, uno tiene la soberbia de quien ha leído dos páginas". Y no la dijo un gil, sino un profesor de Economía que además dictaba clases en una unidad carcelaria. Cuánta razón tenía. Y cuántos deberían aprender, de ese simple comentario dicho casi al pasar, para actuar como seres auténticos. Desde luego, si todos dijéramos lo que pensamos de un tercero o le dijéramos abiertamente nuestra impresión, estaríamos en problemas. Me imagino una socidad en la cual una anciana vociferara: "Usted es un hijo de puta, me vende fruta podrida!", y al comerciante respondiendo: "Si no le gusta, vaya al Mercado Central, vieja de m....!". Eso es una cosa, y ahora que estoy hilando un poco más fino, creo que hay una delgada línea que separa a la hipocresía de lo "políticamente correcto", como dicen los yanquis. Punto final.

Un recinto que hace rato dejó de ser “honorable”

  Nuevamente, nuestros concejales han protagonizado un lamentable espectáculo al enfrentarse con duros epítetos y con amenazas de agresión f...