Hace unos minutos estaba hablando con un amigo de Puerto Madryn, que nació y se crió en Lobos, sobre la política pueblerina. Le comenté que había asistido a la conferencia de prensa de Vilma Ripoll, quien fuera Diputada por el MST. Mi amigo sostenía que si bien Ripoll le parecía una dirigente respetable, la gente ya está cansada de que le digan que "está todo mal". Es cierto que hay un hartazgo social, pero tampoco podemos suponer que vivimos en el país de las maravillas. Ahora bien, entre Ripoll y Elisa Carrió, me quedo mil veces con la primera. Carrió hace denuncias sin fundamento, se regodea anunciando el apocalipsis, y hasta se podría decir que padece una suerte de delirio místico, aferrándose a un crucifijo como si ello le diera mayor valor a sus argumentos. Me parece lamentable, y no comprendo como hay gente que la sigue.
El problema de la izquierda, además de que la sociedad argentina nunca se sintió representada por ella, es que no tiene estructura. En consencuencia, carece de Fiscales de Mesa en las elecciones, por ejemplo. Si vos votás al Partido Obrero, ¿cómo sabés cuáles de los fiscales se repartirá tu voto para su partido? Pero además, ciertos sectores siguen asociando a la izquierda con la guerrilla y la lucha armada de los '70. Un error: esos tipos no eran ni de derecha ni de izquierda, eran asesinos que querían tomar el poder. Pero eso es harina de otro costal.
Por otra parte, ambos coincidimos en la debacle de Sergio Massa, según lo demuestran todas las encuestas de intención de voto. Siempre sostuve que fue un error que Massa asumiera como Diputado y no pidiera licencia para seguir siendo Intendente: desde el Congreso, perdés la iniciativa política, sobre todo si querés ser Presidente. El perfil bajo de Massa ha traído sus consecuencias en las citadas encuestas. Recíen ahora sus asesores, que deben ser unos ineptos, están tratando de que tenga más apariciones públicas, "que se muestre más", y que salga a caminar la calle. No todo es Facebook o Twitter: aunque las redes sociales sean una herramienta elegida por los políticos, hay que caminar la calle y hablar con la gente, que es lo que se ha hecho históricamente. Podemos discutir si se cae en acciones demagógicas o no (que casi siempre las hay), pero por lo menos andá a un barrio carenciado e interiorizate de los problemas de la gente, no de los "niños bien". Punto final.
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11 de abril de 2015
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