24 de abril de 2016

Es tiempo de cambiar


Es momento de pensar que aquellas cosas que realmente nos hacen bien, en nuestros afectos, en una buena película o una tarde lluviosa escuchando jazz por la radio. Debemos despojarnos de ese impulso autodestructivo que nos envenena, porque inconscientemente vamos adoptando conductas que nos imponen los demás y que lo único que hacen es alienarnos, aislarnos en el boludeo constante de la pantalla del celular y las redes sociales. Es tiempo de "salir del cascarón", de escaparle al ocio y al aburrimiento, de encontrar algo que verdaderamente nos apasione hacer en esta vida. Porque estamos en este mundo para ser felices, para alcanzar la plenitud, que es utópica e idealista, pero hay que perseguir a la utopía, como decía Eduardo Galeano. 
Hay que salir más a la calle, no sólo las del centro de nuestra ciudad, sino las de los barrios, porque cada barrio tiene sus necesidades, su historia, su idiosincrasia. Cada persona es única, y esa individualidad nos distingue del rebaño, nos hace responsables de nuestros actos, y nos pone en aprietos muchas veces. Ya no están papá y mamá para poner la cara por nosotros, ahora cada uno se tiene que hacer cargo, y si hay que disculparse, tener la dignidad de hacerlo. Sobre todo en una sociedad donde quien pide disculpas por algo que hizo más es visto como un débil o un cobarde, cuando en rigor de verdad tiene los "huevos" necesarios para admitir que se equivocó. El chanta es más popular que el honesto, que el tipo de perfil bajo que vive de su laburo y no jode a nadie. Y no es fácil, créanme que no lo es, mantener el bajo perfil en determinadas circunstancias, cuando uno se somete al escrutinio público, pero bien dicho está que: "pueblo chico infierno grande", entonces si vivimos en un pueblo, aceptamos las bases y condiciones, el hecho de que siempre haya alguien que ve lo que hacés y se crea con el derecho a cuestionarte. Antes de juzgar con tanta liviandad, hay que pensar qué motiva a una persona a hacer tal o cual cosa. Caso contrario, es fácil saltarle en la yugular a cualquiera. Hace casi 37 años que camino las calles de Lobos y que gasto suelas en las veredas, y aún así no me quiero ir, porque es el lugar donde pertenezco. Punto final.

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...