19 de agosto de 2016

El rock argentino sigue escribiendo su historia

Escuchar al "Flaco" Spinetta es una experiencia nueva para mí. Siempre me pareció demasiado rebuscado, no me gustaba su color de voz, pero sin embargo tiene discos muy buenos, como "Kamikaze" (1982), o "Privé" (1986). A diferencia que otros artistas, en mi caso personal no escucho las canciones de Spinetta varias veces. A las de Charly les podría dar "play" hasta el cansancio. 

Creo que, hurgando en la raíces del rock en español, encontramos nuestra identidad. Por lo menos, el rock latinoamericano, que tuvo como pioneros a Argentina y Uruguay, porque se hacían covers y los grupos que se formaban no se animaban a componer sus propias canciones. Están las bandas que en determinado momento se suben a la nueva ola y cambian de sonido, y otras que permanecen firmes a su estilo. En ambos casos es válido. Porque la música, en rigor de verdad, testimonia una época, es signo de un tiempo en el cual fue concebida. La primavera democrática de los '80 trajo consigo un ánimo festivo y divertido, y no era para menos, luego de tanta opresión. No era fácil hacer heavy metal o punk en la Argentina de los '80 y tener éxito comercial. Hubo que esperar hasta la década siguiente para que surgiera el descontento con la clase política y la corrupción, y surgiera así un modo distinto de entender a la música como expresión popular. 

Así como hay folklore "malo" o con músicos mediocres, también hay infinitos grupos de rock que nacen cuando cuatro pibes se juntan a ensayar en un garage. Sólo un puñado de esas bandas en ciernes alcanzará el éxito, el reconocimiento, y que las canciones suenen en las radios. Pero, quizás, lo más importante sea esa voluntad de crear, de hacer, desde el arte, aunque no te dé para vivir de eso. El rock es hoy un gran negocio, y por suerte todavía quedan los "próceres" de siempre que les señalan el camino a las nuevas generaciones. Punto final. 


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