Domingo por la tarde, hora de la siesta, ni un alma en la calle. El Centro es un enorme desierto de cemento y persianas bajas. El calor empieza a apretar, situación que es natural por la época del año en que estamos pero que sobrevino tan de repente que nos obligó a todos a revolver el placard y buscar remeras, bermudas, todas aquellas prendas de vestir que sean lo más livianas y cómodas posibles.
Faltan pocos días para las elecciones presidenciales en EE. UU., y sinceramente no creo que la política exterior de cualquiera de los dos candidatos vaya a cambiar. Los países subdesarrollados como el nuestro, seguiremos siendo tratados como tales. Parece ser que estos comicios han calado más hondo en el País del Norte, porque un impresentable como Donald Trump, populista y demagogo, despierta amores y odios. El tipo es millonario, se sabe, y no tiene ningún problema en endulzar los oídos de los yanquis con promesas de deportaciones masivas de extranjeros, sembrando el odio contra los mexicanos y los latinos en general. Algo similar está ocurriendo por estos días en Argentina, cuando las declaraciones "sin filtro" del Senador Miguel Angel Pichetto (FPV), abrieron el debate sobre la inmigración ilegal. Este señor, que ocupa una banca y que debería pensar antes de hablar, apuntó contra los bolivianos y peruanos que llegan a nuestro país, a quienes tildó de "resaca". Es cierto que Pichetto hizo público lo que muchos piensan pero no se animan a decir, por temor a ser acusados de "fachistas". En su fuero íntimo, y dejando la hipocresía de lado, muchos argentinos coinciden con él.
Lo que se podría plantear, sin caer en la xenofobia, es una política de inmigración responsable, reforzando los controles en las fronteras, preguntándole a todo extranjero (no sólo boliviano o peruano), qué viene a hacer a nuestro país, y siendo mesurados con el argumento de que "nos sacan el trabajo". Para empezar, ningún extranjero puede estar indocumentado, ni acá ni en ninguna parte del mundo, inclusive por su propio bienestar, ya que de tener documentación -en nuestro caso- podría acceder a la ciudadanía argentina si así lo desea. Los bolivianos hacen el trabajo que muchos argentinos no querrían hacer, como trabajar en los hornos de ladrillos o en quintas de verdura. Del mismo modo que los argentos hacen en EE. UU. o en España trabajos de lavacopas, mozo, limpieza de casas, o el cuidado de niños. Entonces, ante todo, dejémonos de joder y empecemos a construir un debate en serio, con altura. Lo que sí estoy de acuerdo, es que el extranjero que comete un delito debe ser deportado inmediatamente. Así sucede en la mayoría de los países, que cumpla su condena en prisión y luego que vuelva por donde vino. Si hablamos de chorros, tenemos suficientes entre los nuestros como para ir a "importar" a cualquier otro país. Siempre es injusto generalizar, o caer en lo "políticamente correcto", y es por ello que inesperadamente hubo voces a favor y en contra de los exabruptos de Pichetto. Nunca falta el que deja un mensaje en la radio y dice: "hace 15 años que vivo en Estados Unidos y acá no es así". Probablemente no sea así, pero poco importa la política exterior de una potencia mundial. Nosotros debemos reformular la propia y mantener relaciones de respeto y reciprocidad con los países vecinos, entre ellos Brasil. Punto final.
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