8 de noviembre de 2016

Hay que dejar la soberbia de lado

Apostar a un proyecto superador en los momentos difíciles, es lo que nos salva del naufragio. Cada vez más, tenemos que agudizar el ingenio para crear alternativas que nos rindan económicamente. Y lo bueno de esto, es que uno se da cuenta de todo lo que es capaz de hacer, con su formación y sus estudios, para emprender algo que sea rentable. Ya no podemos darnos el lujo de vivir con un solo trabajo, hay que empezar a buscar aquello que sea una segunda opción. Hacer valer todo lo aprendido para volcarlo en una fuente de ingresos. En mi caso, creo que pronto volveré a dar clases de inglés, como hice durante casi 9 años, aunque más no sea en forma particular. Puedo ayudar a un alumno a aprobar la materia, y a cambio recibo un dinero por ese trabajo. 

Cada vez más gente se entusiasma con la idea de aprender un oficio, una salida laboral, a una edad en la que quizás ya deberían estar consolidados o con seguridad económica. En un país tan imprevisible como el nuestro, nadie puede dar por hecho que conservará el mismo empleo durante toda su vida, y el hecho de aprender herrería, carpintería, o lo que fuere, de algún modo nos hace autosuficientes. Somos nosotros juez y parte, patrón y empleado a la vez. En muchas ocasiones veo cómo se degrada el periodismo, que es mi profesión. Cómo aparecen "jefes de prensa" o "secretarios de prensa" que no saben redactar un texto. Y no lo digo por hacerme el superado, sino porque de tan común, se ha hecho costumbre. Probablemente todos tenemos alguna falta de ortografía, pero he visto casos en los que uno se pregunta cómo es posible que esa persona envíe un comunicado o gacetilla representando a una institución. Yo defiendo mi laburo, nunca me creí más que nadie, del mismo modo que no acepto que me subestimen. Hace ya bastante tiempo que pagué "derecho de piso" en estas lides, y que me tuve que tragar varios sapos, trabajando por dos mangos. Cuando uno sabe cómo son las cosas, o cómo se maneja la gente con el recién llegado,  ya no quiere volver a ese lugar. En lo personal, nunca hice sentir mal a alguien que recién empieza. Me parece cruel y de poca hombría. Por el contrario, en la medida de mis posibilidades, ayudo a mi colegas y ellos me ayudan a mí. Cada uno defiende lo suyo, es cierto, o tiene sus primicias, pero compartimos el trabajo diario, las conferencias de prensa, varias cosas que hacen que nos veamos seguido en el trajín de la rutina.  Es en ese momento cuando hay que saber diferenciar los tantos: somos colegas, no amigos. Desde luego, no tiene nada de malo ser amigo de un colega, pero es poco frecuente que suceda, por lo general colaboramos entre nosotros, sin embargo los momentos de camaradería no abundan, excepto el Día del Periodista. Punto final.

Siempre hay una buena excusa

  Cuando pasan varios años sin que te encuentres con alguien y esa persona aparece súbitamente en escena, pueden suceder dos cosas: O que te...