18 de mayo de 2018

Ser dueño de la propia vida, nada más y nada menos

El gusto por el tango y el jazz lo fui adquiriendo de adulto, aunque con la música siempre remé contra la corriente. De chico me fascinaba Pink Floyd, o las tapas de los discos de vinilo que tenía mi viejo. En los '90 sonaban fuerte Nirvana y Guns N' Roses, sin embargo nunca me dejé llevar al punto de querer conseguir todos sus discos, o el deseo de verlos en algún show. A veces me dejo sorprender por lo nuevo, lo que escucho en alguna radio AM perdida en el  dial, por las voces jóvenes de nuestro país y no de Puerto Rico o de Colombia. Siempre consideré al reggaeton como la forma más básica y primitiva de los que se podría llamar música, un subgénero sexista y misógino a la vez, que promueve la degradación de la mujer. Claro está que no se puede luchar contra molinos de viento, o contra "lo que vende", lo que sí se puede hacer es no escucharlo. 

Esto me hace reflexionar en algo más profundo. Nosotros muchas veces no podemos cambiar la realidad, lo que podemos hacerlos es intentar apartarnos de ella. O buscar el modo de torcer la historia, de cambiarla, ese impulso libertario y creativo que todo ser humano lleva consigo, porque no nacimos para sufrir o ser sometidos, sino para vivir con plenitud, sin esclavizarnos por los prejuicios, que es el peor modo de esclavitud moderno. No está mal que te importe qué dirá tu vecino de vos, lo que es limitante, es que todo el tiempo bases tus conductas para buscar la aprobación de los demás. O decir lo que al otro le gustaría escuchar. Porque hoy por hoy, mucha gente no se detiene a pensar y como si fuera la comida de un bebé, quiere que le den todo masticado, todo procesado. Por ese motivo es que nuestra sociedad es disfuncional: nadie hace un esfuerzo por entender o interpretar lo que nos pasa. No se trata de escribir un manifiesto, sino de plantear las cosas que nos afectan de un modo simple, pero concreto.

Ciertamente, dejarse llevar por el rebaño no es el modo que yo concibo de vivir, ni el que quisiera para mi familia. Hay que indagar en qué estamos fallando, qué estamos haciendo mal. Tan sólo eso, pensar y debatirse entre varias ideas, porque si no, vamos a dejar que los demás piensen y decidan por nosotros. Punto final.  

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...