28 de octubre de 2018

Crónica de un sábado por la noche en Lobos


Calurosa tarde de domingo en Lobos. Anoche salí con una amiga, y pude constatar que la mayoría de los bares y lugares céntricos, siendo sábado y no tratándose de altas horas de la madrugada, lucían con  muy poca gente. De hecho, en uno de ellos, a las 2 AM no quedaba casi nadie, y los mozos habían comenzado a entrar las mesas que estaban en la vereda del local, en una inequívoca señal para que nos fuéramos. Finalmente fuimos con mi amiga a otro bar, de la 9 de Julio, donde todavía quedaban unos pocos clientes, pero la mayor parte de ellos eran personas de cierta edad, lo cual me hace pensar que ya los jóvenes han adoptado la modalidad de la famosa “previa” antes de ir al boliche. En realidad, eso siempre existió, y cuando yo era adolescente nos juntábamos en la casa de alguno de los compañeros de ruta de esa época a tomar algo y escuchar música, la que realmente nos gustaba y no la que suena en las radios . Por lo general antes de la hora antes mencionada, cerca de las 2, ya nos disponíamos a ir a bailar, en cambio lo que sucede ahora es que el horario de más afluencia de chicos en los locales bailables se ha retrasado considerablemente. Muchos pasan apenas una hora o dos en los boliches, porque saben que si van antes tampoco encontrarán a nadie conocido. De manera que pagar la entrada para ingresar a estos lugares, gastar en un remís o transporte en el caso del nuevo reducto de la Av. Yrigoyen, se hace demasiado pesado para el bolsillo promedio, además de resultarme con sabor a poco siendo que ya sé con lo que me voy a encontrar y que estoy totalmente ajeno a ese peregrinar por las pistas hasta que se produzca el prodigio de que una chica deje de lado a su grupo de amigas y se acerque a bailar con vos o a intercambiar un teléfono, algo que ya desde el vamos debe ser anacrónico porque los millenials se manejan con otros códigos, que yo suelo desconocer.
Cuando me refiero a “mi época”, parece que fuera un viejo mañoso y quejoso que se rebela contra lo instituido, pero no es ésa mi intención. Simplemente, creo que el hecho de tomar un café a cierta hora con un amigo/a ya parece demodé, y por supuesto que si esta nota yo la hubiera escrito en 1996 o 1997, pensaría distinto, porque yo era otro, y cambié mis hábitos en función a las obligaciones laborales que tuve que asumir. Pero como 20 años no son nada, y para la historia de la humanidad son casi un suspiro, llegará el día en que la histeria colectiva por el WhatsApp y todas las gansadas de los celulares que conocemos hoy tengan fecha de vencimiento, y vendrán otros tiempos que no me animo a aventurar. Punto final.

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