27 de septiembre de 2019

La crisis que nos enferma

Si te ponés irritable, nervioso, o te sentís agobiado, puede deberse a varias causas (no soy médico para afirmarlo). Pero convengamos que el contexto actual no es el mejor para estar bien. La gente consume cada vez más ansiolíticos porque el ritmo frenético que tiene la sociedad te lleva a eso. Y cuando no tenés un mango, hay que respirar hondo, tomar mucha agua, y pensar que el día siguiente nos deparará un escenario mejor. Cuando sobreviene una crisis, las personas se enferman con más frecuencia, porque todo tu cuerpo está en un estado de alerta como consecuencia de la incertidumbre en que vivimos, no poder pagar las deudas, o no tener acceso a una mínima satisfacción que nos acaricie el alma. Porque no vinimos a esta vida sólo a pagar cuentas, tener hijos y morir, y no podemos permitir que un grupo de perversos se salga con la suya de dañarnos la existencia. Ya no hablemos de macrismo o kirchnerismo, sino de cómo reaccionamos ante los cimbronazos que nos sacuden como a una coctelera.

Un país que atraviesa uno de los períodos más críticos de su historia reciente, no es precisamente el mejor para vivir. Pero es lo que tenemos. Habrá cosas, como determinados hábitos, que estará a nuestro alcance cambiar, y otras que sólo deciden desde la Casa Rosada. Ha habido momentos peores, es cierto, pero ya es muy remanido y facilista compararnos con el 2001. Hay que encontrar otro espejo donde mirarse, porque los macristas dicen que marchan por la República cuando ellos la han destrozado. Y los K son un "deja vu", aparecen cada tanto y lanzan proclamas imposibles de cumplir, aun suponiendo que tengan buenas intenciones. Por eso, es bueno salir de la coyuntura por un momento, de la toxicidad del combo "dólar + riesgo país". Tener una mirada amplia, contribuye a otorgar la verdadera dimensión a los problemas que afrontamos. Pienso que pese a todo, si fuéramos más solidarios, podríamos salir adelante, pero eso nunca sucederá porque va en contra de la idiosincrasia del argentino promedio que se mira el ombligo y deja que los demás se caguen. Punto final.  



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