15 de mayo de 2020

Un pacto para vivir


El fin de semana siempre nos otorga más tiempo para reflexionar sobre lo que somos, y lo que nos pasa. Me parece frustrante ver cómo se trata de encasillar a las personas según su modo de pensar. O, mejor, dicho según lo que los demás suponen que piensan. No todo se reduce a posturas o pronunciamientos políticos. Hay una actitud ante la vida que nos hace tener que tomar partido a cada momento.

Esto pasa, sobre todo, en un país donde la izquierda y la derecha han tramado acuerdos a través de su dirigencia para quitarle todo valor a las ideas. El falso progresismo, alentado por un grupo considerable de intelectuales, es una muestra más del retroceso. En lugar de buscar una cohesión, un acuerdo sobre cuestiones básicas e ineludibles, se recurre a una visión épica de la historia reciente, como si este gobierno viviera librando una batalla permanente contra monopolios y oligarcas. Los K solían repetir como un mantra: "Clarín es el enemigo, Clarín miente, Magnetto es un HDP, son corporaciones mediáticas", etc. La realidad es que fueron bastante torpes, porque el diario siguió haciendo su negocio y en aquel momento captó otra franja de lectores, que eran aquellos que se consideraban antikirchneristas.

No hay nada más contraproducente que buscar respuestas en lugares equivocados, o con gente que no comprende lo que te está pasando. Esto puede suceder por miopía intelectual, o porque no son capaces de ponerse en el pellejo ajeno.
No es casualidad que tanta gente esté cautiva de las sectas o grupos fundamentalistas, o que hace años que malgastan su dinero con malos profesionales de la salud mental. La terapia en sí misma constituye una excelente alternativa para salir adelante de un momento difícil, pero cuando el propio paciente no percibe evolución alguna es momento de recurrir a otro psicólogo o psiquiatra para no perder tiempo ni plata con alguien que no nos da la respuesta que necesitamos para salir del pozo.

Todos hemos tropezado dos veces con la misma piedra, y si bien es cierto que de los errores se aprende, hay momentos o situaciones que nos inducen a caer en esos errores. Las cosas no ocurren porque sí, al menos para mí. Cada uno actúa en función de las opciones que tiene disponibles, y hay veces en que hay que elegir el mal menor, porque ninguna de ellas nos satisface plenamente. Ya hemos hablado aquí del boom de los libros de autoayuda, un fenómeno típico de la posmodernidad, de una sociedad y de un estilo de vida que se ha ido imponiendo en los últimos años. El mundo de hoy exige rapidez, información al instante, comunicación inmediata vía Internet, y confundimos a esto con un avance o una evolución. Es absurdo renegar de la tecnología, pero también lo es volverse prisionero de ella.

Lo que ocurre es que el ocio también ha cambiado. Tomar mate en un parque o en una plaza ya no es tenido en cuenta para un grupo de adolescentes que pasan horas frente a una Playstation o viendo series por Netflix. El hábito de comprar un diario es totalmente ajeno para estos jóvenes, que sólo leen los textos escolares, en el mejor de los casos. Tampoco les interesa navegar en un diario online, porque las redes sociales insumen la mayoría de su tiempo. Creo que muchas cosas están cambiando, y no todos podemos adaptarnos a ese cambio, porque somos de generaciones diferentes. Si a mí, que soy relativamente joven, a veces me cuesta, no quiero ni pensar el esfuerzo que le demanda a una persona de 70 años, por ejemplo. Tener que hacer un reclamo por teléfono es casi una tortura. Ya no hay una persona detrás de un mostrador, hay un número al cual llamar para elevar una queja que nunca llega.

Las relaciones humanas entran en cortocircuito cuando se lleva todo al límite del enfrentamiento. Volviendo al comienzo de esta nota, en todos los países del mundo existen medios de prensa críticos hacia el poder político de turno, inclusive lisa y llanamente opositores, y está perfecto que así sea. Cuando en los comienzos de la gestión de Kirchner uno notaba que Clarín era complaciente con el Gobierno (no había que ser muy perspicaz para advertirlo), nadie hablaba de corporaciones o medios hegemónicos. El conflicto con el campo comenzó a dividir a la sociedad, algo que se podría haber evitado si no fuera porque el oficialismo decidió jugar a todo o nada por las retenciones móviles, y así podríamos recordar frases lamentables como la que hablaba de "piquetes de la abundancia". Es cierto que por aquellos años el campo se vio beneficiado por la coyuntura económica y la devaluación, pero suponer que todos los que viven del agro son voraces terratenientes es un error o una interpretación caprichosa que el kirchnerismo supo capitalizar muy bien para alimentar la grieta. Como la canción de Pink Floyd, “Us and Them” (Nosotros y Ellos).

Hoy nos encontramos ante un escenario diferente, que requiere de gestos y acciones concretas. Es tiempo de que dejemos de hablar de derechas o izquierdas y empecemos a evaluar las acciones concretas de cada uno.

Pensemos en un país donde los trenes funcionen bien y lleguen a horario, donde si se hacen piquetes sean por causas genuinas y no meramente sectoriales, donde los periodistas no sean presionados para ocultar la realidad, donde la inflación no sea tan voraz con nuestros sueldos, pensemos en un lugar donde nos gustaría que nuestros hijos vivieran y tuvieran la capacidad de elegir por sí mismos su destino. Es más, podemos incluso pensar en un lugar cuya calidad de vida nos motive a concebir un hijo, con la convicción de que podrá crecer, estudiar y trabajar. Bajemos un poco a lo que nos toca vivir día a día en la Argentina 2020  y dejemos de hacer conjeturas sobre hechos cuyos pormenores probablemente nunca vamos a saber con certeza.

Las preguntas obvias también merecen ser respondidas

Con el paso del tiempo, vamos cambiando. Eso no es novedad, lo novedoso es cómo interpretamos ese proceso. El destino nos lleva a enfrentarn...