10 de septiembre de 2020

Seis meses

Si no me falla la memoria, este jueves ha sido una de las jornadas más calurosas desde marzo, aproximadamente. Lo noté especialmente por el hecho de que empecé a sudar mientras el sol impiadoso me pegaba de lleno, y me fui quitando los buzos y abrigos para quedarme sólo con la remera que uso para dormir. Claro está que por las noches seguirá refrescando bastante, pero dudo que el termómetro baje abruptamente. Va a ser bastante complicado usar el barbijo en el verano, con toda la cara transpirada y la tela que se te "pega" a la piel. Todos los que he usado hasta el momento son de fabricación casera, los confeccionó mi vieja, y demostraron ser efectivos. Ya debemos pensar que, por el tiempo que llevamos y las demoras en la producción de la vacuna, no habrá cambios significativos en lo que resta del año. Además, el virus no es estacional, por eso hubo rebrotes en el verano europeo, sobre todo en España y Francia. Cuando en el hemisferio Sur el calor empiece a apretar y llegue la temporada de pileta, es probable que se deban tomar innumerables cuidados para poder meterse al agua. No creo que la curva de contagios vaya a menguar, al menos en los próximos meses. Todos alguna vez hemos "roto" la cuarentena, ya sea porque nos olvidamos el barbijo cuando íbamos a hacer un mandado, o porque hemos tenido que circular más allá del horario permitido. El tema es cuando estas negligencias domésticas se vuelven una constante y se produce el famoso "relajamiento", vale decir, que la gente deja de cuidarse y así aparecen los asados, las rondas de mate, y otras costumbres que eran habituales hasta marzo. 

Pasaron seis meses ya y esto parece una pesadilla que nunca termina. Hay días en que me siento más optimista que otros, pero realmente estoy agotado y cansado de ver todo el tiempo lo mismo, de pensar en que estamos padeciendo una pandemia inédita en la historia. Por eso, ya no vale la pena odiar a los chinos y conjeturar si el virus fue inoculado o no, lo concreto es que está entre nosotros, y que eso nos provoca miedo. Insisto, el verano va a ser muy difícil de transitar en estas circunstancias. Ni soñar con ir a la playa, si Mar del Plata es una de las ciudades con mayor cantidad de contagios. Menos a Tandil, que se cortó solo y dio de baja el sistema de fases, vale decir que ellos se autoregulan como quieren. Definitivamente, no es el mejor contexto para vacacionar, además de que nadie tiene un mango. 

Uno puede elegir no ver televisión, o no escuchar radio, desconectarse de todo. Y hasta puede elegir cambiar de laburo y dedicarse a otra cosa, pero lo que no puede elegir es el entorno. Aunque viajes de Ushuaia a La Quiaca, siempre vas a tener un entorno que te condicione. Hay personas que, por la naturaleza de su profesión, están más expuestas que otras al escrutinio público. Pero todos somos susceptibles de una mirada colectiva sobre nuestra persona. Quizás en los pueblos chicos esto se note más, pero no quiere decir que no exista en los grandes centros urbanos. A la gente le gusta las historias de ascenso y caída de los ídolos que ve por Netflix, del pecador que se redimió, es como si necesitara encontrar un sesgo épico en cada cosa que ocurre. La vida es mucho menos épica de lo que se supone, la gente vive como puede, y si bien es cierto que a veces nos enteramos de casos admirables de superación personal, de personas que luchan contra la adversidad, creo que todos somos un poco héroes por el mero hecho de estar vivos y con uso de razón. Hay muchos que están resistiendo como yo este vendaval de finanzas en rojo y poco margen para la distensión. Varios países miran con curiosidad la cuarentena argentina, pues se dice que es la más larga del mundo. Probablemente sea así, y continuará del mismo modo mientras haya pelotudos sin conciencia social o respeto por el otro. Punto final. 


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