23 de marzo de 2014

La colección imposible



Como les he comentado en alguna oportunidad, paulatinamente dejé de comprar CD's. Lo hice, en principio, porque se venden a precios imposibles de afrontar para mi modesto presupuesto, además del hecho de que realmente no están apareciendo bandas que resulten de mi interés. Hablar de cientos de pesos por un disco que contiene doce o trece canciones es un despropósito. En segundo lugar, con mucho esfuerzo, considero que en todos estos años logré reunir lo mejor, el "Seleccionado del Pop/Rock": Pink Floyd, Genesis, Phil Collins, Rod Stewart, Los Beatles, Alicia Keys, Los Rolling Stones, INXS, Queen, Iron Maiden, Bruce Springsteen, Michael Jackson, y muchas otras bandas o solistas más que en este momento no recuerdo. En lo que respecta al jazz supe tener bastante material, pero hasta ahora el único que se "salvó" de una venta a buen precio que pude concretar, es uno de John Coltrane. De tango, debe haber algún que otro disco. Y de rock nacional hay bastante más álbumes que fui adquiriendo cuando no era tan oneroso, porque me cansa escuchar todo el tiempo canciones en inglés. Pero en realidad no es la intención de este texto hacer alarde de una colección de objetos que poseo, sino explicar por qué motivos dije "basta". 

Quizás algún día aparecerán nuevas bandas que conciten mi atención, pero no me interesa mucho lo nuevo, ya está todo inventado. Por lo menos lo último que he escuchado, con excepción de Daft Punk. Fue entonces como fui vendiendo aquello que consideraba prescindible y que difícilmente fuera a escuchar otra vez. No tiene razón de ser acumular cosas que están siempre en el mismo estante sin que nadie les dé un mínimo uso, ni libros, ni películas, ni música. Y aunque no es mi primera opción, voy a hacer como la mayoría, meter todo en un pendrive y conectarlo al equipo de audio. Pensé en su momento en adquirir un tocadiscos, pero viendo los precios de los vinilos nuevos ($ 1.200 para arriba), creo que no se justifica la inversión. 

Uno, a menudo, establece una relación con los objetos porque traen recuerdos, y eso es lo único que nos frena de deshacernos de ellos. Por ejemplo, cuando después de ahorrar mucha guita pude comprarme un libro y una prenda de vestir, porque necesitaba renovar mi indumentaria y además es un mínimo gusto personal que me doy de vez en cuando. 
Recuerdo aquellos últimos CD que compré en la disquería Canepare que estaba en la calle 9 de Julio, antes de que el comercio en cuestión cerrara en 2007. Y si hago memoria, es probable que surjan muchas otras "notas mentales". Los sellos discográficos argentinos son pésimos, hay lanzamientos en todo el mundo que son excelentes y que aquí no se consiguen, o si los hay es a precios imposibles de pagar. 
Escuché todos y cada uno de los discos que compré, y como es natural, algunos me gustaron más y otros menos. Es por ello que separé lo que no valía la pena conservar, para intentar venderlo al mejor postor. De hecho he vendido al menos 100. Pero esa es otra historia. Lo cierto es que uno siempre vuelve a las fuentes: Los Beatles. Punto final.

Última nota de 2024: Para el baúl de los recuerdos

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