Reflexiones que me quedaron del viernes 13

El primer paso para sentirse mal, es "querer" sentirse mal. Parece una estupidez, pero es así. Hay gente que ve fantasmas por todos lados, conspiraciones donde no las hay, cuando en realidad la vida es más simple de lo que parece. Es complicado vivir, cuando no nos sentimos estables emocionalmente o no nos alcanza la guita, pero fuera de eso, todo se puede resolver. Más tarde o más temprano, se puede solucionar. Vivimos en un país acostumbrado a dramatizar y exagerar todo, como si fuera una catástrofe. Fíjense ustedes cómo ya nadie habla del "dólar blue", pese a que sigue existiendo y se sigue vendiendo. No sé si fue un mérito de los "iluminados" del Gobierno o de quién, pero lograron planchar al dólar. Y de a poco, la gente se olvidó del asunto. Recuerdo que en 2001, todo el mundo hablaba del "riesgo país", y parecía que la gente apostaba a ver cuánto más subiría. Día y noche, los medios machacaban con el riesgo país. Es cierto que la situación no era la mejor, pero generar esa suerte de paranoia resulta casi perverso. 

Lo curioso, es que hace 14 años, fueron pocos los economistas o periodistas que se tomaron el trabajo de explicarle a la gente qué era el riesgo país, o qué consecuencias traía aparejado el incremento del mismo. Total, qué más da? Generar zozobra en la opinión pública es algo en que los grandes medios son expertos. Tanto oficialistas como opositores. Pero alguna vez creo que dije en este blog (sinceramente no recuerdo), que el Presidente de turno es una persona que fue elegida por el voto, pero que no representa a nadie. Porque seguramente financió su campaña con los generosos aportes de las empresas, las cuales se verán igualmente beneficiadas en el caso de que "su" candidato gane. Obama es el Presidente del país más poderoso del mundo, pero si a Microsoft, Apple, Texaco, Exxon, o cualquier empresa similar, se le antoja bajarle el pulgar, el negro no iba a durar dos mandatos. Así funciona la cosa, hermano. Hacete amigo de un empresario y serás Gardel (o Le Pera). Punto final.