13 de septiembre de 2015

La burocracia que mata








Hoy sentí ganas de publicar un texto acerca de la burocracia. De la burocracia que mata, de ese infinito laberinto de formularios, certificados, actas, partidas de nacimiento, y todo lo que podría resultar más simple al momento de realizar cualquier trámite. Hay inmumerables reparticiones del Estado con gente que fue puesta "a dedo", que cobra sin trabajar, al mejor estilo del célebre sketch de "La empleada pública" de Gasalla. Cuando decimos que la burocracia mata, estamos hablando de los expedientes que cualquier persona en edad de jubilarse inicia ante la ANSES, y muere luego de varios penosos años sin poder lograr ese propósito, con la ayuda económica de sus hijos. Es inadmisible que se solicite algo así como "Certificado de Supervivencia", suena hasta morboso tener que demostrar con un sello y una firma que uno está vivo y que puede cobrar el dinero que le corresponde. 

Hay personas en la admistración pública que sólo están para eso, para estampar un sello en una oficina, y entre una persona y otra, tomar mate con facturas. Por lo general, alguien los puso en planta permanente, lo cual significa que no pueden ser despedidos de un modo tan expeditivo, sobre todo si hace varios años que están posando su culo en la misma silla. Todo el sistema está concebido para amparar a los inútiles y ponerle miles de trabas a quien desee ingresar a trabajar con voluntad y entusiasmo. Y uno los ve, hablando por celular o mandando mensajitos, contando chistes, mientras espera pacientemente su turno para el trámite que sea. Y uno se pregunta si esta gente alguna vez beberá de su propia medicina, y será víctima del maltrato y de la falta de consideración de muchos empleados públicos. Exagerando un poco, podríamos decir que todos los días se crea una Secretaría nueva en el "Estado bobo", o algún oscuro pasillo para ñoquis en los Ministerios. Insisto, ojalá que alguna vez esos parásitos sociales beban de su propia medicina y se tengan que clavar varios meses para conseguir un papel sellado y firmado. Punto final.

"No me sueltes la mano", dijeron los senadores

Viernes por la tarde en la ciudad. Estoy tranquilo, pero también somnoliento, así que procuraré escribir lo que tengo en mente. Observo que ...