13 de diciembre de 2017

Los adolescentes y nuestra lógica incapacidad para entenderlos

Debo reconocer que a veces me decepciona un poco pensar que hay un número mayoritario de adolescentes que nunca leyeron un diario en papel (Clarín, La Nación, Página/12, o cualquiera de circulación nacional). Probablemente para ellos sea algo inútil, casi obsoleto. También es frustrante que estos chicos escuchen reggaetón, un género musical que promueve la promiscuidad, la falta de límites, y no me voy a poner a hacerme el moralista. Porque si vamos al caso, encontramos también parte de ello en el rock, con la diferencia de que el rock no es una repetición burda de una base rítmica sobre la cual el "cantante" dicta una serie de consignas o enunciados sin sentido. Ahora que se declaró difunto al CD, y a todos los formatos conocidos para reproducir música, salieron a la venta esos parlantes a los cuales le conectás un pendrive con mp3, que se ven en las plazas ante la mirada asombrada de gente que es aún más vieja que yo. 

Democratizar el acceso a la música siempre es bueno, pero cuando vos pagás por algo, lo valorás más, porque tuviste que hacer un esfuerzo para adquirirlo. Trabajar muchas horas, ahorrar, privarte de determinadas cosas. Por eso, estoy a favor de que se pague por escuchar música, ya sea a través de plataformas como Spotify, o bien comprando el CD o vinilo. Estos chicos, probablemente escucharon hablar de Pink Floyd o de Led Zeppelin, pero como las canciones son "largas" (oscilan entre 5 y 7 minutos, si no más), y además están cantadas en un idioma que no entienden, ni se molestan en incursionar en estas dos bandas legendarias que di a modo de ejemplo. 

Quizás, aunque estas reflexiones hace tiempo que las tengo en la mente, me "cayó la ficha" debido a que, con mi ex compañeros de primaria, planeamos un reencuentro, y han transcurrido muchísimos años. Egresé en 1991, pueden calcular fácilmente la edad que tengo. 

Los millenials tampoco sabrán lo que fue un videoclub, porque pueden conseguir películas truchas en cualquier lugar, o bien verlas por Netflix. No sabrán lo que significaba para nosotros, que ahorrábamos con la poca plata que nuestros padres nos daban por mes, contar con un cassette, que era el formato más pequeño que existía para reproducir música, y grabar desde la radio las canciones del momento. Otra cosa: Recuerdo cuando me quise comprar mi primer cassette "original", costaba 50.000 australes, un valor altísimo para la época. Al final, me lo terminó regalando mi abuela, que falleció este año. 

Pero todas estas últimas consideraciones no son culpa de ellos, los adolescentes, sino de una época que no vivieron, y podría pensar, con el mismo criterio, que mis padres atravesaron usos y costumbres que a mí me resultaron ajenos. En fin, si ser adolescente no es fácil, menos aún es verlo desde afuera, cuando en mi caso ni siquiera tengo un hijo de esa edad. Punto final. 

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