17 de diciembre de 2020

Vuelta de página para un año terrible: Cuando llegue 2021 festejaremos todos

Jueves de calor extremo en la ciudad. Pese a ello, el día transitó tranquilo, parece que seguimos con idas y vueltas en torno al tema de la vacuna cuando ya muchos países la están aplicando, sobre todo la de Pfizer. Por supuesto, esto también es un gran negocio para los laboratorios, pero da la impresión de que un país como el nuestro no está dentro de las prioridades de éstos. El Gobierno se apuró a hacer el anuncio, luego de una serie de viajes de incógnito que la Viceministra de Salud hizo a Rusia. Hasta se barajaron cifras de cuántas dosis estarían disponibles, es decir que parecía todo bien encaminado. Pero pasan los meses y aún no tenemos nada. Lo ideal sería empezar a vacunar antes del comienzo del ciclo lectivo para que las clases puedan comenzar con normalidad. El problema es que hay varios frentes abiertos, muchos agujeros sin cubrir, y este tipo de políticas sanitarias no pueden quedar libradas a la improvisación. 

Mientras me cebo unos mates, pienso que ya entramos en la segunda quincena de diciembre, que por motivos obvios suele ser la más caótica y frenética. Sin embargo, he notado que mucha gente le da poca importancia a las Fiestas, y a decir verdad yo tampoco tengo espíritu de celebrar, prefiero una cena tranquila y listo en lugar de los atracones de comida y alcohol que son frecuentes en estas ocasiones. Distinta era la cosa cuando uno era un niño y recibía regalos, cuando venían los parientes que viven en Buenos Aires y se armaba una mesa larga, cuando había tantas botellas que las metíamos todas en un gran tacho con hielo, cuando el lechón o el manjar en cuestión se hacía despacio mientras el asador y sus ayudantes bebían un vermut. Nada de eso existe ya: ahora soy yo el que debe hacer regalos, los preparativos para la cena de Nochebuena o vísperas de Año Nuevo son mínimos. Quizás lo vea de ese modo porque hasta ahora siempre se ha encargado mi madre de hacerlo y yo no me percataba del esfuerzo que implica tener que estar varias horas en la cocina en un día promedio con 30 grado de temperatura. Lo que suele ocurrir es que al día siguiente, es decir en la Navidad o Año Nuevo propiamente dichos, los festejantes más entusiastas terminan con una terrible resaca y probablemente descompuestos. Como alguna vez padecí algo parecido, tomo mis recaudos. Al fin y al cabo, hay infinitas situaciones para beber o comer algo diferente al menú de todos los días. Seguramente el fin de 2020 nos encontrará agotados, exhaustos, con mucho estrés, y no es aconsejable añadirle a eso la carga extra de hacer un evento social multitudinario, además de que no está permitido. Menos aún gastar guita en pirotecnia, con la malaria económica que hay. Y ya que estamos, le hacemos un favor a la salud de nuestras mascotas. 

Cuando se levante el telón de 2021, festejaremos todos, tal vez insensatamente, porque nada cambia de un día para el otro. Pero todos lo tomamos como el fin de un año opresivo y que puso en jaque la salud de muchos seres queridos. Nos estamos viendo pronto. Punto final. 

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