Este mes que está próximo a concluir se me ha hecho largo y tedioso, aunque tuvo algunos buenos momentos, siempre los hay, como el hecho de conversar con amigos que hacía tiempo que no veía. Y un factor importante: Ser menos exigente conmigo mismo.
A veces siento que este blog, es un espacio donde que me ha permitido lograr muchas cosas, aunque nunca busqué que tuviera una veta comercial. Básicamente, porque lo que hago es explorar temas que quizás no encajarían dentro de un portal de noticias. Pero no le escapo al bulto y abundan las ocasiones donde he abordado hechos de actualidad.
Esta fecha patria me tocó cubrir la Fiesta de la Empanada
Lobense, y si bien no se trata de un evento multitudinario, está dentro de lo que es la realidad socioeconómica de nuestro pago chico. Salió bien, hubo
varios stands, el clima acompañó porque durante la mañana y buena parte de la
tarde, el cielo permaneció despejado y los tenues rayos del sol otorgaban una pequeña “tibieza”.
Es increíble
pensar cómo nuestras vidas pueden dar un viraje de 180 grados de un momento a
otro. A cualquiera de nosotros nos suceden cosas que nos superan, porque no
sabemos cómo actuar ni cómo reaccionar. Y es un aprendizaje, que nos pone a
prueba y que dura todo el tiempo que estás acá, hasta que te morís. Si tenés
hijos, tratás de transmitirles a ellos tu experiencia para que se vayan
preparando a lo que vendrá. Pero la mayoría de las veces no hacen caso, yo
tampoco escuché a mis padres cuando me dieron un consejo alguna vez.
Las oportunidades
llegan cuando uno menos se lo espera, y no te recrimines excesivamente si no
pudiste alcanzar alguna de ellas, porque la vida siempre da revancha, y no
sabés lo que te puede deparar a la vuelta de la esquina.
Cuando la gente
te cuestiona o recrimina algo, hay que analizar que se esconde detrás de eso. Pueden ser
críticas constructivas, o bien aquellas que tienen un dejo de
envidia y resentimiento. Si te recriminan cuando estás emprendiendo algo nuevo,
generalmente actúan de esa manera porque quieren socavar tu esfuerzo y no pueden
seguirte el tren. Yo cuando apuesto fuerte, lo hago, y me he jugado por causas
o por proyectos en los que nadie ponía un mango. Puede salirte mal, pero es una
entre dos alternativas posibles.
No se puede dejar
conforme a todo el mundo y no está bueno tampoco intentarlo, porque en tal caso
tendríamos que ser “políticamente correctos”, moderados, y acabaríamos cayendo
en la hipocresía, con esa falsedad de palmearle la espalda a todo el mundo. Y
conozco muy bien esa sonrisa falsa e impostada, calcada de un afiche de pasta
dental. A decir verdad, conozco mucha gente así acá en Lobos, y lo que puedan
decirme a favor o en contra no me interesa. En realidad, a ellos también les
importa un pito lo que yo haga, entonces dejemos las cosas como están y listo.
Nos queda poco de
ciudad de antaño como la tranquilidad y los amigos de la infancia. Cada uno
está con sus propios quilombos y no hay tiempo ni guita para juntarse de vez en
cuando. Pero quienes hemos vivido en Buenos Aires alguna vez sabemos que hay
que tener una mirada amplia para darle un sentido al lugar donde vivimos e
interactuar con los demás de un modo inteligente. Esto último es especialmente
válido para el laburo que vayas a encarar, porque hay que aprender un poco de
relaciones públicas, del buen trato, el respeto, y todos los sinónimos que
deseen sumarles.
Los periodistas
se enfrentan entre sí buscando posicionarse ante la opinión pública. Ante todo, si quieren pelea, deberían subirse al ring con los funcionarios, para pedirles
explicaciones y ser esclarecedores en medio de la polémica. Explicar lo que está
sucediendo con palabras sencillas, de forma tal que lo comprenda cualquier vecino,
se ha corrido del rol fundamental que deberíamos tener, porque es evidente que
en muchos casos donde lo que predomina es inclinarse a un lado u otro de la balanza
para obtener una supuesta cuota de poder o privilegios de otra índole.
No voy a utilizar
este espacio para hablar en demasía de principios o convicciones: Yo sigo mi
camino a cada paso que doy, y cada uno hará lo propio por su cuenta. Podés
perder muchas cosas, pero lo que menos debe sucederte, es perder credibilidad
ante tu audiencia o tus lectores. Como el público no es estúpido, a más de uno
que sale por la tele se le ha caído la careta cuando sorpresivamente "se
dio vuelta" para caer parado, así que a no subestimar al público. Nos estamos viendo
pronto. Punto final.
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