Frío comienzo de semana en la ciudad. En el contexto actual, cuesta ser innovador o creativo: Los hechos que merecen ser difundidos se repiten con curiosa asiduidad, y las crónicas que uno publica parecen salidas de un "molde", como ese pan lactal tan codiciado que fue noticia porque para bajar los precios se decidió importarlo de Brasil.
Ese producto es una cosa de locos: La empresa brasileña utiliza trigo argentino, lo elabora en sus plantas de San Pablo y sale al mercado a un valor muy por debajo del que se consigue en las góndolas. Sin embargo, no es un bien de primera necesidad, ya que se pueden comprar panificados en cualquier panadería de barrio a un precio más accesible.
El presidente se convierte en estrella de rock de un país
empobrecido. Caen el consumo y la producción industrial. Se reducen las fuentes
de trabajo, porque ante las magras ventas, sobra personal. Salir a la calle con
un semblante optimista y dispuesto a lo que nos toque afrontar se vuelve una
proeza. Y no es que antes estuviera “todo bien”, lejos estamos de hacer esa
afirmación. Lo que pasa es que una política de shock, arroja estos resultados
en menos de 6 meses de gestión presidencial. Se nos cagan de risa en la cara y
a nadie le importa. Tenemos la convicción de que nos gobierna un demente que habla con los perros y con su tarotista, pero es lo que se
votó y hay que bancársela.
Un joven militante
peronista me dijo hace unos días: “La gente se cansó. Venimos del segundo
gobierno de CFK, del de Macri, y el de Fernández. En 12 años, todos ellos
fueron un desastre. Si este tipo hace las cosas más o menos bien, se queda 8
años”. Tiene razón, y no sólo eso, ostenta una gran honestidad intelectual como
para no dejar que su pertenencia ideológica le nuble la vista ante lo que está
sucediendo. Me lo expresó con franqueza. Mientras tanto, nos propinan una
provocación tras otra, que ya aceptamos con mansedumbre porque nos tienen
acostumbrados a los exabruptos. Cuando no es la Canciller, es el Secretario de
Culto, un abierto enemigo del matrimonio igualitario, del divorcio, y del
aborto legal. Sería bueno saber cómo se llevan ellos con sus cónyuges antes de buscar
cizaña en terreno ajeno. No creo que sean esposos ejemplares, o padres de
familia que hagan beneficencia. Son escoria, al menos desde lo discursivo.
¿La inflación puede seguir bajando a costa de la caída de las ventas? ¿Es esa la salida, o es una receta “de manual”? ¿Hasta cuándo van a agitar la vana esperanza de liberar el cepo al dólar? De dolarizar, ni hablar. Es simple: No hay sustento financiero para hacerlo.
Milei es tapa de la revista Time y se muestra orgulloso de ese logro, por lo cual cabe pensar que no leyó el contenido del artículo, que lo critica despiadadamente (y merecidamente). Es decir, se vanagloria al pedo. Macri asegura que instruyó a sus senadores para que aprueben la Ley Bases. No creo que les sea tan fácil, ni que acepten recibir órdenes “de arriba” siendo que los que van a poner la cara serán los propios legisladores.
Esa así como nos encontramos ante la gran pesadilla de la democracia argentina que se repite
como un deja vu: Alinear a la tropa para obtener quórum (o dictamen) y que
salga todo aprobado. Si la economía funcionara bien, la sociedad podría hacer
la vista gorda ante estos atropellos, pero eso no está sucediendo. No podemos
despertarnos de esta pesadilla porque estamos atrapados en ella, y no saldremos
hasta que algún iluminado venga a rescatarnos del ostracismo perpetuo.
Es muy difícil que el devenir cotidiano no nos afecte la salud. Acá en Lobos todavía hay cínicos que creen que la gente cartonea o cirujea porque le gusta hurgar en la basura. Ellos lo dicen con perversidad o malicia, una de las dos cosas, desde la mesa de un bar. Seguramente para ellos debe ser más digno endeudarse en un casino o salir de putas creyéndose unos sementales. Y digo “seguramente”, porque cuesta encontrar un motivo único y valedero que sustente tanta confrontación.
Lo único que nos puede salvar es la unidad, que no es una virtud que nos distinga como pueblo. Yo diría que todo lo contrario, inclusive en 2001 los cacerolazos no fueron tan masivos como pensamos. Todo implosionó porque a De la Rúa le hicieron la cama y lo dejaron solo, y la bomba de tiempo de la convertibilidad le estalló en las manos.
Quizás esté diciendo una burrada, pero no sé qué tan mejor estamos ahora respecto a los indicadores económicos de aquella época. La única diferencia es que no hay cuasimonedas como el Patacón. Podemos salir adelante, pero no en el corto plazo, ni tampoco siguiendo el mismo camino. Y como no hay intenciones de cambiar el rumbo, todo se vuelve más confuso e incierto. Ojalá nos rescaten un poco de esta insensatez. Punto final.
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