Con el paso del tiempo, vamos cambiando. Eso no es novedad, lo novedoso es cómo interpretamos ese proceso. El destino nos lleva a enfrentarnos a coyunturas que provocan un quiebre en nuestras vidas, y transcurrido ese vendaval, ya no seremos los mismos, ténganlo por seguro. Es decir que ya tenemos un “chip” distinto, porque los hechos hicieron que comenzáramos a ser más prudentes o desconfiados. Comprendemos que no nos sirve estar posicionados sólo para cumplir con las expectativas de los demás.
Crecer duele, porque la edad hace que te des cuenta de determinadas cosas que antes ignorabas. No es tu culpa, simplemente no estabas en un contexto que te permitiera vivenciarlas: Historias de traiciones y deslealtades abundan, no sólo en el juego de la política. Te toca sobrellevar situaciones donde decís: “Éste me cagó”, cuando nunca esperabas algo así de esa persona. Y se transforma en una gran decepción.
Llega un punto en el cual el crecimiento ya pasó,
y comienza el declive, pasados los 30 años, o un poco más. Me refiero, por
supuesto, al crecimiento biológico de cualquier ser vivo. Enfrentamos
la inevitable vejez con estoicismo, y no con resignación. Nos sirve de consuelo
seguir siendo útiles en algo, y que no nos confinen en un geriátrico o un
hospicio.
No obstante, no
podemos asumir que los años traen sabiduría, no es una regla general en
absoluto. Nuestra memoria ya no funciona, los músculos se atrofian, la piel se
arruga, los dientes se caen, y varias cuestiones escatológicas que mejor no
mencionar. Los que todavía no llegamos a esa instancia, conocemos cómo funciona
porque ya lo hemos visto en nuestros abuelos. No son quienes supimos conocer,
la vida les está dando su último capítulo, y después ya no sabemos qué sucederá.
Para algunos será un misterio o un paso hacia la Eternidad; para otros, el
final sin más metáforas.
Pero antes de que ese final llegue, es dable
pensar que nos vamos preparando para eso, y en el “mientras tanto”, nuestras
preferencias e intereses de modifican en función a factores como la familia,
los amigos, los hijos, o el trabajo.
Ya no visitamos los mismos lugares, ni
vestimos de la misma manera. Esos lugares sólo existen en nuestra mente como si
fueran una foto, quedaron congelados ahí. Pero para otra persona, no es más que
un edificio derruido, o un terreno lleno de pastizales. Esa persona no sabe que
allí estuvo un bar o un boliche en el que nos cobijamos, o quizás el recuerdo de una escuela
que también cambió su fisonomía por esos caprichos de la arquitectura de los edificios públicos, con esa fealdad que los distingue.
Es normal cansarse de la rutina, y lo más paradójico podría resumirse de esta manera: Creemos que somos los mismos, incluso logramos hacer cómplices de esa farsa a los demás, hasta que un día nos cansamos definitivamente y elegimos otro rumbo. Que la vida cotidiana sea aburrida no quiere decir que no estemos en constante movimiento. La sociedad actual no es muy compasiva con los viejos, por eso no seas tan insolente de burlarte de ellos. Ya te va a llegar la hora a vos de que te depositen en algún asilo.
Aquello que nos
hace reír también fluctúa. Ya no nos causa gracia el chiste de doble sentido,
la estupidez, etc. Las caminatas en el Parque o en la Plaza del barrio tienen otro
sabor. Estamos haciendo algo por nosotros mismos, resistiendo al tiempo que es
más tirano de lo que parece. Por otra parte, nos empieza a llamar la atención
el jazz, el tango, la bossa nova, porque todo lo demás nos parece demasiado
burdo y trillado. El problema es que como siempre pensamos en un futuro, cuando
ya no hay futuro posible se nos agotan los trucos. Hay mucho tiempo malgastado es proyectar, o en hacer planes y cálculos, que esto sí y esto no. ¿Por qué sostengo esto? Porque nos desdibujamos intencionalmente, nos
convertimos en una caricatura de lo que fuimos. A cierta edad, es poco probable
que ciertas cosas nos entusiasmen dado que ya las vivimos y no están dadas las
condiciones para un "deja vu". Aceptar que vamos creciendo y que ya
no somos adolescentes, es complejo, porque todos, aún quienes presumen de su
madurez o mesura, tienen actitudes de otra época. Lo cual no está mal, siempre
que no se vuelva una costumbre que te haga quedar como un gil, haciendo la
parodia del artista. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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